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Rojava: ¿Un contrato social para la revolución?

Construyendo la autonomía democrática en el Norte y Este de Siria

Existe una visión común de lo que significa y parece ser la revolución, que la plantea como un momento en el que todos los males del mundo son finalmente derrotados. Es muy probable que esa imagen sea el resultado de relatos simplificados y de una manipulación intencionada de la verdad diseñada para hacer que la gente abandone su lucha por la libertad en el momento en que aparece el primer inconveniente. En realidad, según todos los relatos de la experiencia pasada y presente, la revolución no se limita a un solo momento ni es la victoria final de todo lo bueno. Más bien, es la lucha interminable a través de la cual las contradicciones subyacentes en la sociedad salen a la superficie y se enfrentan continuamente, desatando simultáneamente lo mejor y lo peor de la humanidad. Es a la vez aterradora y hermosa, y no encaja fácilmente en narrativas simples.


Tal es la realidad de la “Revolución de Rojava”, que comenzó hace exactamente doce años en la región siria ocupada del Kurdistán occidental, y que hoy se ha extendido a la mayor parte del norte y este de Siria. En este tiempo, uno de los temas que ha suscitado más curiosidad e incomprensión sobre la revolución es el de su Contrato Social. Escrito en 2013 y adoptado simultáneamente a principios de 2014 en las tres regiones de Rojava que habían sido liberadas en ese momento, representó la consolidación de la autonomía de las regiones respecto del Estado sirio, así como la cristalización de los logros de la revolución. Por esta razón, su continua evolución, habiendo sido actualizado dos veces desde entonces, refleja la forma en que la revolución se ha desarrollado a lo largo del tiempo. Al observar el Contrato Social podemos aprender sobre las realidades y contradicciones inherentes a cualquier proceso revolucionario, así como el enfoque único que el Movimiento de Liberación Kurdo ha adoptado para enfrentarlas.


Para entender el papel del Contrato Social en el norte y el este de Siria, así como en la estrategia política revolucionaria más amplia del Movimiento de Liberación Kurda, examinaremos primero sus fundamentos ideológicos en el pensamiento de Abdullah Öcalan. A continuación, analizaremos las condiciones particulares de la Revolución de Rojava y cómo la elaboración del Contrato Social fue una solución a varios de los desafíos que enfrentó. Y, por último, exploraremos los peligros potenciales que enfrenta toda revolución, cómo se puede luchar contra ellos y qué papel ha desempeñado el Contrato Social en el norte y el este de Siria en esta lucha.


Abdullah Öcalan y el desarrollo del socialismo del siglo XXI


Es imposible hablar de la Revolución de Rojava sin mencionar su inspiración en el pensamiento de Abdullah Öcalan y la influencia de 50 años de lucha del movimiento del PKK. En particular, hay que vincularla con los esfuerzos del PKK desde los años 1990 por desarrollar un nuevo paradigma revolucionario que pudiera reemplazar su antigua orientación marxista-leninista. Esto se originó a partir de un proceso de autocrítica y reformulación en el que el movimiento evaluó sus propios errores y limitaciones, así como los fracasos de los movimientos socialistas y revolucionarios de todo el mundo, que se hicieron innegables después de la caída de la Unión Soviética (URSS) y la disolución del llamado “socialismo realmente existente”. De ahí se concluyó que era necesario cambiar fundamentalmente la visión y la estrategia del movimiento. Estos debates comenzaron a formularse claramente y a ponerse en práctica después de la década de 2000, tras la publicación de varios libros escritos en prisión por Abdullah Öcalan, que desarrollaron y sintetizaron esta nueva comprensión. El resultado es lo que se conoce como el “Paradigma de la Modernidad Democrática”.


Uno de los principales puntos de partida fue el análisis de la relación entre la sociedad, el Estado y la revolución. A partir de la experiencia del siglo XX en la construcción del “socialismo de Estado” o de los “Estados socialistas”, así como de la investigación de la historia del desarrollo del Estado desde la Antigüedad, se hizo evidente que el Estado no podía ser el camino hacia el desarrollo del socialismo en la sociedad. De hecho, se concluyó que el Estado y la sociedad eran fundamentalmente diferentes entre sí y representaban intereses y formas de entender el mundo completamente opuestos. Por un lado, el Estado se basa en el interés de una minoría de personas que intenta monopolizar la riqueza y el poder mediante el desarrollo de un sistema jerárquico que esclaviza a la sociedad y un aparato ideológico que lo justifica. Por otro lado, la sociedad es un desarrollo natural basado en valores y relaciones democráticas e igualitarias que dieron origen al ser humano tal como lo entendemos. Desde esta perspectiva, el socialismo fue entendido como el representante moderno de la larga lucha por defender la sociedad y sus valores. Por lo tanto, el criterio de éxito de una revolución socialista no es si el Estado ha sido conquistado o incluso destruido, sino hasta qué punto la sociedad es capaz de organizarse y vivir de acuerdo con sus propios principios morales y políticos.


Al mismo tiempo, se examinó en profundidad la naturaleza misma del poder y cómo se vuelve dominante en la sociedad. Como dijo Abdullah Öcalan: “¿De dónde obtienen los que ostentan el poder político su enorme fuerza? ¿Cómo logran confiscar y controlar tanto valor?”. O, en otras palabras, ¿cómo es posible que una minoría de personas haya logrado subyugar a la mayoría de la sociedad e incluso convencerla de aceptar esta forma de esclavitud como justificada? Es obvio que la fuerza física por sí sola no puede lograr esto. El poder también necesita una fuerza ideológica para subyugar a la sociedad. Especialmente hoy, cuando el poder ha extendido su alcance a cada parte de la sociedad y a cada parte del mundo, es más necesario que nunca que la mayoría de las personas se conviertan en participantes voluntarios del sistema. Esto significa que la mentalidad y la personalidad de las personas deben formarse para que actúen de acuerdo con los intereses del poder sintiendo que están eligiendo libremente hacerlo. Sobre esto, Abdullah Öcalan escribió: “Si miramos con atención, podemos ver que el entrelazamiento de la sociedad, el poder y el Estado se ha desarrollado utilizando el nacionalismo, el sexismo, el religionismo y varios cientificismos, mediante los cuales, para sostener el Estado-nación, todos se ven arrastrados a un paradigma donde ‘todos son a la vez poder y sociedad, y Estado y sociedad’”.


En otras palabras, bajo el Estado-nación moderno la sociedad se ha visto obligada a identificarse con el Estado y sus intereses. Y, a medida que esto sucedía, el Estado y el poder se infiltraron en todos los aspectos de la sociedad y la hicieron dependiente de sí misma. Como escribe Öcalan: “No hay actividad social en la que el poder no se entrometa”.  Así que, mientras esto no cambie, incluso si la forma actual del Estado se destruye o se reemplaza por un “Estado socialista”, simplemente se reconstruirá para llenar el vacío que queda. Tanto porque la sociedad ha llegado a creer en su necesidad como porque ha perdido el conocimiento y la capacidad de vivir sin él. Esto se hace evidente simplemente si nos remontamos cien años atrás, donde podemos ver cómo en aquel entonces la mayoría de las comunidades del mundo podían obtener casi todo lo que necesitaban para vivir, ya sea produciéndolo ellos mismos o con la ayuda de otros. En cambio, hoy la mayoría de las personas en Occidente dependen completamente de la compra de cosas y del Estado o el mercado que les proporciona seguridad, educación, entretenimiento y todo lo demás. Y esto, a su vez, depende de una compleja red de instituciones internacionales, tratados, infraestructuras, rutas comerciales y equilibrios militares y geopolíticos. Por lo tanto, cualquier proceso revolucionario que intente desconectarse repentinamente de este orden global se enfrentará a los ataques y la hostilidad combinados de todas las fuerzas de la modernidad capitalista.


Por consiguiente, nuestra visión de la revolución actual debe reflejar esta realidad. Por eso, Abdullah Öcalan propone el concepto de autonomía democrática como una salida a este punto muerto. Esto significa organizar la sociedad sobre una base democrática al margen del Estado, desarrollando una mentalidad democrática en la sociedad paso a paso, reconstruyendo sus instituciones y reduciendo lentamente el papel y la influencia del Estado hasta que se vuelva superfluo. Podría verse como una fase de transición en la que, en lugar de destruir o apoderarse del Estado, la sociedad lo reemplaza poco a poco por instituciones democráticas.


La Autonomía Democrática puede implementarse de dos maneras. Una tiene lugar cuando es posible llegar a un acuerdo con el Estado, en el que se reconoce el derecho de la sociedad a organizarse y, a su vez, la sociedad reconoce el derecho del Estado a seguir existiendo y a mantener algunas de sus funciones relacionadas con la seguridad y las relaciones internacionales. De esta manera, la Autonomía Democrática puede construirse sin amenazar de inmediato el sistema internacional de Estados-nación y, con suerte, evitando una situación de guerra total. Por otro lado, si el Estado se niega a reconocer la autonomía democrática de la sociedad, la sociedad tiene entonces el derecho de declararla unilateralmente, preparándose para defenderla hasta que se pueda convencer al Estado de negociar. Bajo este paradigma, el papel del revolucionario se centra principalmente en la educación ideológica, la organización social y la defensa de la sociedad contra ataques. Todo ello con el objetivo de construir la Autonomía Democrática.


Aprendiendo de las revoluciones pasadas: el desarrollo de la autonomía democrática en Rojava

Desde esta perspectiva, podemos entender mejor la situación en el norte y el este de Siria después de la revolución y lo que llevó a la declaración del Contrato Social en 2014. En ese momento, la sociedad kurda en Siria llevaba años organizándose según el nuevo paradigma. Aunque bajo el régimen baazista no era posible organizarse abiertamente, la sociedad había sido educada, se habían creado consejos clandestinos y se habían organizado unidades de autodefensa. Tras el inicio de la Primavera Árabe, esta organización clandestina pudo salir a la superficie y desarrollarse. Y una vez que el régimen sirio fue expulsado de las ciudades kurdas en 2012, el sistema democrático directo de comunas y consejos se convirtió en la principal forma de satisfacer las necesidades de la sociedad en ausencia del Estado. Así, en 2013, gran parte de la sociedad kurda participaba activamente en él o al menos reconocía su legitimidad y utilidad. La Autonomía Democrática se estaba poniendo en práctica y demostrando su viabilidad.


Pero persistían dos problemas principales. En primer lugar, las etnias distintas de la kurda no confiaban en el sistema y en su mayoría no querían participar en él. Como no tenían una historia con el movimiento, estaban acostumbradas a un sistema de partidos tradicional en el que cada etnia se organiza independientemente en pos de sus propios intereses. Por lo tanto, temían que participar en el sistema significara tener que someterse al gobierno del pueblo kurdo, que era el principal promotor del mismo. Esta desconfianza era compartida por casi todos los demás partidos y organizaciones políticas. En segundo lugar, las instituciones internacionales como la ONU no reconocían la legitimidad de un sistema de democracia directa que no se parecía ni de lejos a un Estado tradicional. Por lo tanto, era muy difícil encontrar apoyo internacional fuera de algunos pequeños grupos de izquierda radical, lo que dejó a la revolución aislada y cercada y sin posibilidad de ser reconocida oficialmente.


En una sociedad dividida y sin apoyo internacional, la revolución se enfrentaba a la posibilidad de que el vacío dejado por el Estado fuera llenado por alguna entidad externa o un actor local opuesto a la revolución, en un punto en que la sociedad no podía llenar completamente el vacío por sí sola. Una opción en ese momento hubiera sido simplemente ignorar esta realidad e insistir en centrarse sólo en las instituciones de democracia directa. Esto hubiera significado que aquellas partes de la sociedad que no las apoyaban probablemente hubieran desarrollado sus propias estructuras estatales y se hubieran aliado con poderes hostiles locales e internacionales para, finalmente, aplastar violentamente la revolución. La otra opción hubiera sido obligar a cada parte de la sociedad a participar en el sistema de comunas. Esto por sí solo requeriría la creación de un aparato de control social y represión que reflejara el de un Estado. Y es bastante obvio que la democracia participativa directa nunca puede funcionar eficazmente si el propio pueblo no quiere participar y poner en práctica las decisiones. Esto significa que, como el sistema inevitablemente falla en su base, las capas superiores tendrían que asumir cada vez más responsabilidad, hasta que finalmente se convirtió en una estructura de poder jerárquica, creando así un Estado y destruyendo o invalidando por completo las instituciones democráticas de la sociedad.


Basándose en la experiencia adquirida en experimentos revolucionarios anteriores, estas dos opciones se consideraron inaceptables. Por ello, en su lugar, se optó por una tercera vía y se decidió llenar el vacío dejado por el Estado con una institución cuasi estatal que fuera amigable con la revolución. Al mismo tiempo, el sistema de democracia directa se dejó intacto y siguió organizando la mayoría de los aspectos de la vida cotidiana en la práctica. De esta manera, crearon efectivamente una situación de doble poder y el Contrato Social fue el reflejo de ello. A través de un proceso de discusión con todos los sectores de la sociedad y la participación de la mayoría de los partidos políticos, se redactó y aprobó el Contrato Social, que esbozaba un sistema de democracia parlamentaria que existiría en paralelo al sistema de democracia directa.


Un nuevo Contrato Social para una nueva sociedad

En este contexto, la revolución apostaba a su capacidad de seguir desarrollándose y expandiéndose y de no ser consumida por las instituciones estatales. A que, en la medida en que la gente fuera conociendo el movimiento, la ideología y viera la utilidad del sistema de Autonomía Democrática en la práctica, optara por participar. Para evaluar si esto está sucediendo en la práctica, podemos observar la evolución del Contrato Social, pues se trata de un documento aprobado por la inmensa mayoría de la población.


La primera versión del contrato de 2014 declaraba seguir los “principios de la Autonomía Democrática”, pero en su contenido no se diferenciaba tanto de las Constituciones de la mayoría de las democracias liberales, aunque fuera increíblemente progresista y democrática. Esto se debió a que representaba un compromiso en el que todos los sectores de la sociedad podían estar de acuerdo. Debemos tener en cuenta el hecho de que fue capaz de unir a todos los sectores de la sociedad y evitar una división catastrófica. Esto por sí solo fue una victoria. Muchos partidos políticos que anteriormente se negaban a trabajar juntos se involucraron en el proceso y aceptaron seguir el Contrato Social, evitando así divisiones internas y conflictos étnicos. Y garantizó muchos derechos que hasta entonces eran inconcebibles en la región. Incluso si no reflejaba las aspiraciones completas de la revolución, le permitió sobrevivir más allá de la etapa crítica inicial.


En 2016, cuando se aprobó una nueva versión del Contrato Social, la situación había cambiado radicalmente y esto se reflejó en el texto. Esta vez, la “Federación Democrática del Norte de Siria” declaró que se basaría en “un concepto geográfico y una descentralización administrativa y política”. Esto se logró al declarar que “todos los segmentos de la población, en particular las mujeres y los jóvenes, formarán sus organizaciones e instituciones democráticas”. Y esto se puso en práctica a través del sistema de democracia directa: “Los pueblos y grupos de la Federación Democrática del Norte de Siria organizarán su vida social libre y democrática sobre la base de la formación de comunas, instituciones sociales, sindicatos y asambleas. El sistema democrático de la sociedad se desarrollará y establecerá sobre la base de estas instituciones.”


La comuna se definió como “la forma organizativa básica esencial de la democracia directa” y los consejos como “las unidades sociales que representan al pueblo, discuten y deciden sus asuntos y formulan políticas” que “protegen a la sociedad, aseguran su continuidad y aseguran la realización de sus objetivos en los campos político, social, cultural y económico. Organizan la sociedad posibilitando la democracia directa y establecen reglas y principios relacionados con la vida democrática y libre”.


Como podemos observar, en ese momento el sistema de Autonomía Democrática y sus instituciones democráticas ya habían sido aceptadas por la mayoría de la sociedad y, por lo tanto, esto se reflejó en el Contrato Social. También debemos mencionar que en 2016 muchas otras regiones habían sido liberadas, lo que significa que la revolución estaba avanzando tanto internamente como expandiendo su alcance.


Finalmente, la última versión del contrato fue aprobada en 2023 después de un largo proceso de discusión y consulta popular. La estructura organizativa que describe es muy similar, con algunos desarrollos significativos, como la descentralización del sistema confederal a nivel municipal y el fortalecimiento de la economía comunal de mujeres. Pero en sus objetivos hay un claro desarrollo radical en la conciencia del pueblo que se está reflejando en el Contrato Social. Vale la pena citar su prefacio completo para verlo (las partes resaltadas en negrita las he agregado yo):


“Nosotros, las hijas e hijos del norte y este de Siria –kurdos, árabes, asirios, turcomanos, armenios, circasianos, chechenos, musulmanes, cristianos y yazidíes-, en nuestra conciencia y creencia del deber que nos incumbe desde los mártires, en respuesta a las exigencias de nuestros pueblos puedan vivir con dignidad y en respuesta a los grandes sacrificios hechos por los sirios, se unieron para establecer un sistema democrático en el norte y el este de Siria para formar una base para construir una Siria futura, sin tendencias racistas, discriminación, exclusión o marginación de cualquier identidad.


”Juntos resistimos contra la tiranía, la traición y el extremismo, y rechazamos todo tipo de fanatismo nacionalista, religioso, de género y secular. Nuestra adopción del principio de la nación democrática fortaleció nuestra unidad nacional, nos dio fuerza frente a nuestros enemigos y se convirtieron en esperanza para nuestros amigos.


”Nosotros, los pueblos del norte y el este de Siria, hemos sufrido sucesivos procesos antidemocráticos, desde las políticas de miles de años de centralización estatal y autoritarismo y de las prácticas de la modernidad capitalista que dominan la región. Hemos estado expuestos a todo tipo de injusticia y opresión durante muchos años. Estamos decididos a establecer un sistema democrático basado en la autonomía democrática, lograr la justicia y la igualdad entre todos los pueblos y componentes, preservar todas las identidades culturales, religiosas e ideológicas, difundir una cultura de diversidad y tolerancia, rechazar todo tipo de violencia y tomar como base el principio de legítima defensa.


”La revolución social que se logró bajo el liderazgo de las mujeres en el Norte y el Este de Siria abrió el camino a un renacimiento intelectual y social, y las mujeres se convirtieron en un pilar fundamental de nuestro sistema democrático. La lucha y los sacrificios de la juventud para llevar en conjunto, todos los componentes también desempeñaron un papel histórico en la consolidación y el fortalecimiento de la hermandad de los pueblos.


”La Administración Autónoma Democrática, que se logró por voluntad del pueblo, se basa en una sociedad democrática ecológica, copresidencial, economía comunal y social, justicia y el principio del confederalismo democrático. La Administración Autónoma Democrática del Norte y el Este de Siria es parte integral de Siria. Con el sistema democrático que estableció, los valores comunes que creó y las posiciones políticas que expresó durante los últimos años formaron una base sólida para una verdadera unidad, convirtiéndose así en la base para la construcción de la República Democrática de Siria.


”Nosotros, los pueblos del norte y este de Siria, con todos sus componentes, hemos decidido, con plena libertad y elección, para escribir este Contrato Social desde el sistema de valores y democracia, patrimonio civilizacional del Oriente Medio y de la humanidad en su conjunto, para que esto se convierta en una garantía de libertad, paz y unidad entre los sirios”.


La mención explícita de conceptos como “nación democrática”, “confederalismo democrático”, “revolución social” y “liderazgo de mujeres” demuestra que la sociedad ha llegado a aceptar cada vez más el paradigma de la Modernidad Democrática. Esto también es significativo porque fue en 2019 cuando finalmente se derrotó territorialmente a Daesh y se liberaron por completo las áreas que controlaba. Esto significa que la administración ahora incluye no solo la región kurda de Rojava, sino también regiones de mayoría árabe de Siria que, antes de la revolución, casi no habían tenido contacto con el movimiento e incluso habían estado ocupadas por Daesh durante años. El hecho de que estas regiones hayan aprobado esta versión del Contrato Social muestra que el sistema del Confederalismo Democrático se está convirtiendo en una solución realista no solo para Rojava (y el resto del Kurdistán), sino para toda Siria. Y, por lo tanto, potencialmente para el resto de Oriente Medio.


Y como nota final, en el momento de escribir este artículo en julio de 2024, se acaba de anunciar que el Consejo de Mujeres del Norte y el Este de Siria está trabajando en la elaboración del Contrato Social de Mujeres. En consecuencia, se están celebrando reuniones públicas y debates con mujeres de diferentes etnias y orígenes para decidir su contenido. En este momento es demasiado pronto para decir algo más sobre lo que esto significará o lo que cambiará. Pero en un momento como este, cuando el Estado turco está atacando la infraestructura civil con bombardeos continuos y lanzando incursiones en el territorio de la administración a través de sus milicias islamistas, dar un paso tan histórico muestra el profundo compromiso y la voluntad del pueblo de seguir expandiendo esta revolución incluso en medio de las peores condiciones de guerra.


En cuanto al reconocimiento por parte de las instituciones internacionales, podemos decir que queda mucho camino por recorrer. El reconocimiento de Administración AUtónoma (AADNES) por parte de los estados no es del interés de Turquía y de Estados Unidos, que ven un gran peligro si este modelo se extiende. Aun así, ha habido pequeñas victorias, como el reconocimiento de la Administración Autonómica por parte del Parlamento Autonómico de Cataluña en el Estado español, la hermandad de varias ciudades europeas con ciudades de la AADNES y el apoyo público expresado por muchos políticos progresistas y de izquierdas. Y como la única fuerza en la región que es realmente capaz de crear la paz y evitar que Daesh se reorganice, ha reunido cierta buena voluntad incluso entre partes del establishment político y militar de Estados Unidos. Por supuesto, esto no se traduce en apoyo a la revolución en sí. En cambio, significa que apoyan el enfoque de intentar introducir lentamente una línea reformista dentro de ella en lugar de utilizar directamente la fuerza militar para destruirla. El Contrato Social también ha jugado un papel importante en esto. Esto dificultó que se calificara la revolución de situación de caos sin ley y conflicto étnico, lo que habría sido el manual habitual para situaciones similares en Oriente Medio. Si bien esta postura está lejos de ser ideal, es una postura que Estados Unidos se ha visto obligado a adoptar y que le da a la revolución cierto margen de maniobra.


También en Siria, la administración está despertando cada vez más interés entre los partidos políticos locales y la sociedad. Y, como el descontento con el régimen del Baath y la ocupación por parte del Estado turco sigue estallando de vez en cuando, es posible que los actores e instituciones locales e internacionales la consideren cada vez más como una solución viable para la crisis siria.


Dicho esto, se podría criticar el enfoque que hemos adoptado al analizar la situación. Es evidente que el hecho de mirar únicamente el Contrato Social no refleja plenamente la realidad sobre el terreno. Y es cierto que éste sólo representa lo que la Administración Autónoma aspira a ser, no lo que ha conseguido en la práctica. Sin duda, existen discrepancias entre el sistema descrito en el Contrato Social y lo que han sido capaces de implementar. Sobre todo porque la situación de guerra y embargo dificulta mucho el desarrollo de la democracia directa. Como se puede imaginar, es difícil motivar a la gente para que participe en las asambleas semanales de su comuna local cuando su lugar de reunión sigue siendo bombardeado por Turquía. Y aunque hay logros muy impresionantes en términos de participación de la gente que podríamos nombrar, no es el objetivo de este artículo hacerlo. Más bien, podemos decir que, como mínimo, la evolución del Contrato Social muestra que la propuesta de Autonomía Democrática está logrando cambiar la mentalidad y la autoconcepción de la sociedad en la región, acercándola a los principios de la democracia directa, la liberación de la mujer y una sociedad ecológica. Y, por lo tanto, reduciendo la influencia de la mentalidad estatal. Por lo tanto, podemos decir con confianza que en el norte y el este de Siria, a medida que la democracia se expande, el Estado se repliega. Esta es, en última instancia, la visión y la estrategia propuestas por Abdullah Öcalan para construir la Modernidad Democrática, y se está demostrando que funciona en la práctica.


El arte de la libertad: la práctica revolucionaria del Movimiento de Liberación Kurdo

Por último, debemos preguntarnos cómo logró la revolución este objetivo. ¿Cómo logró seguir expandiendo su mentalidad e instituciones democráticas y no volver a caer en el estatismo y el autoritarismo? Este es un tema amplio y no podemos entrar en todos los detalles aquí. La práctica revolucionaria del Movimiento de Liberación Kurdo merece un tema de discusión propio, pero podemos esbozar algunos de los factores fundamentales que contribuyeron a su éxito.


En primer lugar, hay que destacar la voluntad del movimiento y de sus militantes de llegar a compromisos y de confiar en la capacidad de la sociedad para encontrar soluciones. Abdullah Öcalan dice que un militante debe ser “estricto en los principios y flexible en la práctica”, y la elaboración del Contrato Social es un ejemplo concreto de ello. Mientras que muchos en su situación habrían optado por imponer su ideología al resto de la sociedad o aislarse para evitar las contradicciones, ellos en cambio intentaron incluir a todos los sectores de la sociedad y a todas las fuerzas ideológicas (excepto las fascistas e islamistas). No se trata sólo de una decisión táctica, sino más bien del resultado de una profunda creencia en la pluralidad de la sociedad y en la necesidad de crear “unidad en la diversidad”. Al mismo tiempo, demuestra su confianza en que, si se les da una oportunidad justa, las ideas de los movimientos podrán ganarse la confianza de la sociedad a través del ejemplo dado por los militantes.


En segundo lugar, el papel de las mujeres y de los jóvenes en la protección de los principios de la revolución es también fundamental, porque el movimiento ha analizado que la primera opresión que se desarrolló en la historia fue la de las mujeres y los jóvenes, porque son los sectores de la sociedad que tienen un papel más activo en la protección y transmisión de sus valores sociales y, por lo tanto, tuvieron que ser subyugados primero para poder poner al resto de la sociedad bajo control. En consecuencia, el movimiento considera necesario que tanto las mujeres como los jóvenes se organicen de forma autónoma en todos los niveles de la sociedad y asuman un papel de vanguardia en la revolución. Esto también es así en Rojava y en el norte y este de Siria, como se refleja en el Contrato Social. Es difícil enumerar todos los ejemplos en los que esto se manifiesta, pero al menos podemos decir que la victoria contra el Daesh, que dio esperanza al mundo entero, fue principalmente el resultado del sacrificio de la juventud revolucionaria. Y dentro de ella, especialmente de las mujeres jóvenes. Y a medida que la revolución ha seguido expandiéndose y creciendo, siempre han sido las mujeres y los jóvenes quienes han rechazado cualquier tendencia reaccionaria, no dispuestos a renunciar a la libertad que han conquistado con su sudor y sangre durante la revolución.


Por último, debemos mencionar la centralidad de la “lucha ideológica” en el Movimiento de Liberación Kurdo. Esto se origina en el trasfondo del movimiento como una lucha anticolonial. Esto se puede rastrear hasta la primera declaración de Öcalan de que “Kurdistán es una colonia” allá por los años 1970. A partir de esta constatación, y bajo la influencia de las teorías de los pensadores anticoloniales, se consideró necesario no sólo liberar físicamente la tierra de Kurdistán sino también liberar la mente del pueblo kurdo. Esto significaba reemplazar la mentalidad de un pueblo asimilado y colonizado por la de una “personalidad kurda libre”. A medida que el movimiento se enfrentó a más y más presión y represión a lo largo de los años, Öcalan puso más énfasis en este aspecto como la fuente de los fracasos del movimiento y especialmente de sus militantes. En respuesta, desde mediados de los años 1980 en adelante, se desarrolló en el movimiento una cultura y práctica de crítica y autocrítica, análisis de la personalidad y educación ideológica constante. En un momento dado, Öcalan llegó a afirmar que “el 5% de la lucha es contra el enemigo, el 95% es contra uno mismo”. Esto se vio reforzado más tarde con el creciente enfoque en la liberación de las mujeres y la superación de la mentalidad patriarcal. En 1994, en una entrevista con un periodista, Öcalan declaró que “matar al hombre es el principio básico del socialismo. Se trata de matar al poder, de matar la dominación unilateral y la desigualdad de matar la intolerancia. Se trata incluso de matar al fascismo, la dictadura, el despotismo”. Con matar al hombre se quería decir matar la mentalidad patriarcal que se había arraigado en la sociedad tanto en las mujeres como en los hombres. Y en su lugar, se empezó a construir una personalidad libre, socialista e igualitaria. Esto se hace principalmente a través de la educación, entendida en el sentido más amplio y flexible posible. Esto incluye academias formales, pero también reuniones y debates informales y la autoeducación diaria. Y sobre todo la educación a través del ejemplo, practicada en la vida cotidiana, así como inmortalizada en los actos heroicos de autosacrificio ejemplificados por la figura de los mártires. Alcanzar este tipo de estilo de vida en el que la teoría y la práctica se convierten en una sola cosa es el objetivo de cada militante del movimiento, para que puedan convertirse en una inspiración para el resto de la sociedad a vivir también de esta manera.


La lucha ideológica constante forma parte de la realidad del norte y el este de Siria, así como del resto del Movimiento de Liberación Kurdo. Es quizás la característica que más lo distingue de cualquier otro movimiento del mundo.


Esto es importante porque, como hemos comentado al principio, el Estado no sólo mantiene su poder sobre la sociedad a través de la violencia o la intimidación, sino que trabaja sobre todo conquistando las mentes de las personas y desarrollando en ellas personalidades que le sirven. Así pues, en el norte y el este de Siria, la batalla contra la influencia del Estado no se libra sólo a nivel de instituciones y estructuras formales. De hecho, se libra sobre todo en el interior de los “corazones y las mentes” de las personas, como les gusta decir a los agentes del Estado. Se libra cada vez que el movimiento de mujeres organiza una educación sobre la liberación de la mujer para mujeres árabes que vivían bajo el control del Daesh, o en las escuelas donde estudian niños sirios, armenios, caldeos y de todos los demás grupos étnicos mientras pueden aprender y practicar su propia lengua y cultura, o cuando los internacionalistas acuden a la Comuna Internacionalista de Rojava para recibir educación y aprender a organizar la sociedad, o cuando la Comuna Cinematográfica de Rojava estrena una nueva película que cuenta la historia de la revolución. O cuando el movimiento de mujeres produce un pequeño vídeo musical que celebra la lucha de las mujeres. También cuando las mujeres y los hombres jóvenes aprenden defensa personal y primeros auxilios para poder defender a su sociedad. Se produce sobre todo durante las acaloradas conversaciones y debates que se producen sentados en el suelo de las casas de las familias y los jóvenes mientras se bebe demasiado té hasta bien entrada la noche. Y se produce cada vez que se celebra el funeral de un mártir y cada vez que alguien grita “Şehîd Namirin” o “Bijî Serok Apo” hasta que le duele la garganta.


Al filo de la espada: el acto de equilibrio de vivir la revolución


En definitiva, nada de esto es garantía de éxito. Nada puede serlo jamás. En la revolución del norte y el este de Siria todavía existen muchas contradicciones y es posible que un día las presiones que empujan hacia la contrarrevolución y las tendencias reaccionarias se vuelvan demasiado fuertes y la revolución pierda el rumbo hasta disiparse. Se dice que toda revolución está destinada a enfrentarse a la tensión constante entre intentar defender los ideales que la inspiran y hacer los compromisos necesarios para mantenerla viva.  Se puede comparar con intentar permanecer en el filo de una espada, luchando por mantenerse en pie cada segundo, cada minuto y cada hora del día desde ahora hasta el fin de los tiempos. Tal es la realidad de la revolución y tal es el trabajo de un revolucionario. El Contrato Social de la Administración Autónoma Democrática del Norte y el Este de Siria es un ejemplo de este complicado equilibrio. No es perfecto ni una capitulación completa. Es la expresión de una revolución viva real, en toda su belleza y complejidad, luchando por mantenerse en el filo de la espada. Exactamente donde vive toda revolución. La pregunta entonces para nosotros es: ¿seguiremos evitando el filo o estamos dispuestos a enfrentar las contradicciones de la revolución incluso si eso significa arriesgarnos a sufrir algunos cortes?

 

Referencias


Traducción cortesía de Kurdistan América Latina

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