Queridas compañeras y compañeros,
55 años han pasado del levantamiento de Mayo del 68’, a partir del cual la juventud mundial luchó, se organizó y se sintió unida para protestar frente a la ofensiva imperialista sobre las colonias del mundo en proceso de liberación; asi como para dar un golpe sobre la mesa de los propios movimientos revolucionarios a los que pertenecían; descontentos ante la progresiva burocratización de sus estructuras y el poco reconocimiento que tenía su opinión y su voluntad en ellas.
Otra vez y mucho más que nunca nos vemos en la necesidad de recordar este momento, pues contagiarnos de su espíritu nos hará falta para afrontar las circunstancias históricas que atravesamos actualmente, que a pesar de ser distintas son también tremendamente similares.
Ante la crisis total que el sistema de la Modernidad Capitalista vive hoy en día, los estados hegemónicos y las grandes empresas compiten entre sí para obtener una posición beneficiosa en el nuevo orden geopolítico, que lejos de aclararse definiéndose en bandos, se vuelve cada vez más complejo y multipolar.
En este escenario quedan ya totalmente expuestas las ilusiones y falsas promesas con los que la Modernidad Capitalista intentó cautivarnos en algún momento para distraernos de las verdaderas soluciones a los problemas de la humanidad.
Así progresivamente el capitalismo verde y sostenible; la efectividad de las instituciones de derechos humanos; la social democracia y el keynesianismo; así como la misma cultura liberal consumidora y los discursos de la realización personal están dejando de tener sentido a los ojos críticos de los pueblos del mundo. Razón que lleva a los estallidos populares que estos últimos años se han venido sucediendo uno tras otro a lo largo y ancho del planeta. Sea en Myanmar, en Bolivia, en Francia, Colombia o Chile, nos encontramos los jóvenes, de nuevo, en la primera línea de combate, guiando la rabia popular en la destrucción del viejo modelo y en la construcción de una alternativa que permita el establecimiento de la vida en libertad y dignidad.
Pero lamentablemente, nuestros esfuerzos -en su momento carentes de un referente claro de como y quien construiría esa alternativa- se vieron ridiculizados por la cooptación de los estallidos sociales bajo las coaliciones en gobiernos ‘‘del cambio’’, que traerían nuevas constituciones, legislarían con una mentalidad feminista y ecológica y echarían para atrás las medias represivas que nos impusieron por defender la vida. Ahora en el poder, podemos ver como todos y cada uno de estos nuevos gobiernos, no tardaron a veces ni una semana para lanzarse a los tobillos de algún estado hegemónico y ponerse al servicio de sus agendas así como de sus burguesías locales y del capital transnacional.
Sea bajo el gobierno que sea, ellos tienen claro su enemigo. Las autonomías populares, que defienden y reproducen sosteniblemente la vida.
Así, asimilarnos o aplastarnos -sobre todo para evitar que se unamos y construyamos nuestro propio sistema- se vuelve una necesidad de primer orden. Pues necesitan la tierra para hacerla productiva en su guerra por la hegemonía y a nosotros para que nos convirtamos en trabajadores y soldados dispuestos a morir por sus intereses si se nos ordena.
Este proceso se va a llevar a cabo o por las buenas o por las malas. Sea disfrazado de un discurso de desarrollo y crecimiento de la economía nacional o a través del paramilitarismo, los grupos criminales armados y el narcotráfico.
Así es que en esta edición de la revista, ante la urgente necesidad de que los jóvenes del mundo nos interconectemos estratégica, geográfica e históricamente, invitamos al recordatiorio de nuestro legado revolucionario, para que tengamos una perspectiva más clara de como continuarlo.
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