Los tiempos que vivimos se caracterizan por una enorme confusión. Podría decirse que el mundo, tal como está estructurado hoy, se alimenta de este desorden. Incluso resulta necesario y mutuamente dependiente de la economía capitalista; pero cuando hablamos de desorden, caos y crisis, esto no puede quedar reducido únicamente a las condiciones económicas. Cada célula, cada organismo de este mundo también se encuentra en este estado de perturbación.
A diferencia de un colectivo de hormigas bien organizado, en el que cada una tiene su tarea, pero ninguna corre peligro de ahogarse en el supuesto caos, y en el que todas trabajan juntas en la misma estructura, el caos en el que se encuentra la humanidad no es elegido, sino provocado y creado deliberadamente. En el centro de este caos está la mujer joven. Se le impone una carga extrapesada en la que no reconoce sus propios objetivos para ir por la vida con una visión clara; corre el peligro de ser aplastada por esta carga; en lugar de descubrir el mundo por sí misma con la cabeza alta, se ve obligada a adoptar una actitud pasiva, se ha hecho dependiente del sistema en todos los ámbitos de la vida. Es por ello que no es consciente de su propia fuerza y no desarrolla su propio deseo de salir de esta jaula.
En la modernidad capitalista, la guerra de las potencias hegemónicas amenaza a las mujeres, sobre todas las cosas, en todas partes.
Todos los días pisotean los cadáveres de quienes resisten, de quienes salen de la pasividad, de quienes se rebelan activamente, o simplemente existen. Así es, como mujer sólo tienes que existir para ser blanco del patriarcado. El sistema no rehúye ningún medio. Elige cuidadosamente sus armas; la guerra que libra contra las mujeres en todo el mundo es una guerra por la existencia o la no existencia. Ataca sobre todo a la vida, porque donde hay vida, siempre hay potencial de renovación; por esta razón, la modernidad capitalista ataca precisamente allí donde surge este potencial; mantiene ocupadas las mentes y los pensamientos de las personas, de modo que se separan de sus ideales de libertad; mediante su presentación a través de los medios de comunicación, la publicidad -de hecho, cualquier influjo creado por el sistema que nos rodea- consigue tener un impacto y una ascendencia duraderos en la sociedad. Así es como el sistema consigue controlar al individuo, crea necesidades que se alejan de las necesidades reales de las personas; el mundo exterior se reduce a satisfacer únicamente sus necesidades artificiales, de modo que el sistema te ofrece trozos de caramelo, sólo tienes que morder.
A través de este elevadísimo consumismo, la vida se aleja de un significado más profundo.
Esto se consigue eliminando su verdadera identidad. Crecer como mujer joven en este sistema significa rechazar la juventud, ya que la inexperiencia te hace más vulnerable, tienes que ser capaz de imponerte en este mundo lo antes posible y quieres crecer lo antes posible para hacerte mayor, «más madura» y «más adulta». Al darte cuenta de lo que significan estos roles clásicos, surgen dos formas superficiales de enfrentarte a ellos: o bien seguirlos o bien rechazarlos tajantemente sin contemplar alternativas. En ambos casos, una se desprende de la búsqueda de la verdad. Pero ¿qué queda? ¿qué forma a la mujer joven?
Emprender la búsqueda del significado de la verdadera y pura identidad de la joven significa tener el valor de llegar a ser una misma, también significa volver a unir las muchas piezas del rompecabezas de este mundo que han sido separadas unas de otras por el patriarcado, Solo así puede romperse la dominación de cada una de esas piezas. Ahí reside la tarea de la mujer joven, solo así podrá acercarse a sí misma.Debe liberarse de existir sólo para los sueños y la imaginación de los demás; para desarrollar sus propios sueños, debe liberarse de la idea de que la liberación puede encontrarse dentro de este sistema, debe desprenderse de aquello que la mantiene reprimida, sólo entonces podrá desarrollar un pensamiento libre y darse cuenta de las herramientas con las que el patriarcado coloniza a las mujeres. El patriarcado ocupa tantas cosas en este mundo... Nuestra existencia, la naturaleza, la tierra; si ya no aceptamos más la dominación, debemos superar la separación entre humanidad y naturaleza o, mejor dicho, las líneas divisorias entre todo lo que existe, todo lo que está vivo en este mundo. Sólo cuando volvamos a sentir nuestra conexión con todo seremos capaces de comprender la totalidad, la complejidad del mundo.
Sólo entonces podremos arrancar el patriarcado de raíz
Al superar la separación del yo de su entorno, de la atomización, la mujer joven puede desarrollar un sentido natural de responsabilidad por la tierra. A través de su cercanía a la ecología y a la tierra, puede experimentar sentimientos de conexión tan profundos que los reflejos de protección, y por tanto también de defensa, arraigan con fuerza y profundidad en su conciencia. La constitución de la identidad de la mujer joven tiene un enorme potencial de cambio. Cuando se libera de los papeles que se le imponen, es capaz de desarrollar una fuerza revolucionaria. Una identidad que reconoce su propio potencial de cambio e insurrección es extremadamente amenazadora para el sistema. Al privarla de su identidad, la priva del sentido mismo de su existencia, de la vida, para que se mantenga sólo físicamente viva, y ni siquiera eso. Las enfermedades mentales van en aumento, especialmente entre las mujeres jóvenes. La anorexia es sólo una expresión de las concepciones ideales del cuerpo que construye el sistema. Con el aumento de estas enfermedades, la mujer se distrae sólo con los síntomas que esta enfermedad social provoca en sí misma, sin reconocer su verdadero origen, el sistema que está detrás de esta enfermedad. Así es como le roba a la joven su misión en la vida: le impone objetivos desde el exterior, pero si consigue encontrar su propio papel en este mundo, también irá por la vida con una misión clara; entonces el sistema ya no podrá jugar con ella tan fácilmente. Especialmente en el periodo actual, esta toma de conciencia es muy importante. Se está escribiendo el supuesto último capítulo del libro de la historia de la civilización. Así, al menos, es como lo expresan los capitalistas, como si el capitalismo fuera invencible y los cimientos sobre los que se ha construido nunca pudieran ser derribados. La base de esta construcción es el patriarcado. Se ha creado a lo largo de miles de años y ha sido capaz de reforzarse; está tan arraigado que ha tenido tiempo suficiente para impedir que las personas vivan y existan juntas en equilibrio. Ha alejado a las personas de sus raíces hasta tal punto que, en lugar de buscar respuestas a sus preguntas dentro de sí mismas y de la comunidad, sólo las buscan fuera, en el sistema.
De este modo, se impide que la humanidad pueda siquiera imaginar una alternativa a este sistema. Sin embargo, las personas que viven esa alternativa y la ponen en práctica representan el mayor peligro para el sistema imperante.
Son sobre todo las mujeres las que creen en una alternativa
Porque la clase social más oprimida es también la que, por el contrario, siente en sí misma el mayor impulso de libertad. La conciencia de libertad está dialécticamente relacionada con la propia opresión. Es importante no percibir la opresión como una aflicción individual, es toda una identidad la que está oprimida porque tiene una fuerza social global. Sin embargo, esta fuerza solo puede desarrollarse cuando se es consciente del potencial de la propia identidad; La alienación, por un lado, y el endurecimiento de los roles impuestos, por otro, son ataques patriarcales, pero si hay una comprensión más profunda del potencial político, social y revolucionario del propio género, ahí hay un gran poder. Las jóvenes que toman conciencia de la complejidad de ser mujer y
desarrollan la confianza en sí mismas son menos vulnerables a los ataques. Los conceptos de mujer y hombre son fenómenos sociales que constituyen una representación del dualismo de la vida, y de la preservación de la vida. Sólo con esta conciencia podrán las personas desarrollar una lucha por la libertad, porque eso es lo que constituye a todo ser vivo y a todo organismo.
El sistema del hombre, que utiliza como instrumento de opresión, mantiene esclavizados a todos los componentes de este mundo. Sin embargo, él mismo es esclavo, sólo cuando reconoce que él también está siendo utilizado puede desarrollar esta lucha por la libertad, porque el hombre también es una identidad esclavizada en este sistema. Para poder salir de su propia opresión, él también debe asumir la responsabilidad de cambiar estas condiciones y participar en la lucha por la liberación de la mujer, porque la libertad de las mujeres también traerá su libertad. Debe salir de su posición de perpetrador, pero también de la autoinculpación, para poder superar su papel pasivo.
No obstante, en la actualidad se está jugando con esta sincera lucha por la libertad de forma inimaginable. En lugar de una lucha comunitaria para superar la opresión específica de género, el debate «realpolítico» sólo trata de una supuesta igualdad de sexos. Con ello no se quiere decir equilibrio, armonía de los sexos, sino profundización de la esclavitud. Si Anna Lena Baerbock o Giorgia Meloni formulan exactamente las mismas inhumanas, misantrópicas exigencias de aumento de las entregas de armas o de consecuentes deportaciones, no es en nombre de valores libertarios o del amor al propio sexo. Esta actitud las convierte en cómplices del patriarcado; conspiran para obtener su propio poder y riqueza; Esas mujeres están muy lejos de estar vinculadas a la libertad. A través del espectáculo de estas mujeres en posiciones de liderazgo dentro del sistema, el patriarcado se legitima a sí mismo. Pero su presentación de género no es más que una cáscara vacía. El patriarcado intenta con ataques precisos, sobre todo a nivel psicológico, convertir a las mujeres en sus aliadas. En esos momentos es importante arrancarse la venda del sistema de los ojos y reconocer de dónde vienen esos ataques.
El patriarcado actúa en todas partes con métodos diferentes.
El lugar donde más golpea, con todas sus herramientas de opresión, es también el centro de la violenta demostración de poder de las fuerzas hegemónicas. Oriente Medio, especialmente Kurdistán, ha estado bajo ataque constante durante un largo periodo de tiempo. Las razones de los intensos ataques, de la campaña de intento de exterminio del fascismo turco en alianza con todos sus socios de la OTAN, perviven en una continuidad histórica. Especialmente en los últimos 50 años, la resistencia contra la ocupación y el colonialismo se ha formado de nuevo. Con el surgimiento y la difusión del movimiento kurdo por la libertad, el grado de organización del pueblo kurdo ha alcanzado su punto culminante, este nivel de organización nació de la necesidad de romper las condiciones del colonialismo, y creció a partir de las experiencias de innumerables acontecimientos y movimientos revolucionarios. Rêber Apo, como pionero de la nueva esperanza de una vida liberada y elegida conscientemente, sentó las bases de una organización que actualmente es la mayor espina clavada en el costado de los gobernantes. Desde el primer momento, esta revolución se fijó el objetivo de alcanzar e incluir a todos los pueblos oprimidos.
Así se ha formado un nuevo internacionalismo en una fase temprana
La importancia del internacionalismo está estrechamente entrelazada con el movimiento feminista. No sólo porque el patriarcado se organiza globalmente y la única conclusión lógica es hacer lo mismo para superarlo, sino también porque todas las mujeres del mundo tienen la misma fuerza, el mismo fuego que ha mantenido viva a la sociedad desde el principio. Un fuego que se quiere extinguir en todas partes. La unión internacional de las mujeres comenzó muy pronto. Ya a principios del siglo XX, Alexandra Kollontai, Rosa Luxemburgo y Clara Zetkin pidieron una alianza internacional de mujeres. Reconocieron la necesidad en aquel momento histórico de unirse internacionalmente y crear una identidad socialista militante. Si sentimos una conexión con todas las mujeres del mundo, podremos superar la alienación que está tan profundamente arraigada, ya se trate del papel clásico de la mujer que la ata al hogar o de la loba solitaria moderna. Tenemos que superar todos estos roles para allanar el camino a una mujer liberada.
Siempre ha sido la conciencia colectiva, el sentido de responsabilidad mutua que ha surgido de ella, lo que ha atraído a las camaradas internacionalistas a participar en los movimientos revolucionarios. Así es también como la compañera Andrea Wolf (Şehid Ronahî) se unió a la revolución. Conoció el movimiento de liberación kurdo gracias a una larga experiencia en la izquierda alemana y adoptó una tenaz postura internacionalista. Ahora, en octubre, concretamente el día 23, se cumplen 25 años de su muerte. Dejó su huella en toda una generación de personas que no tenían perspectivas, que habían sucumbido a la suposición de que el capitalismo había vencido; dio esperanzas de que el cambio y la lucha anticapitalista, si se llevan a cabo a escala internacional, pueden acabar con los sistemas de opresión. Con gran determinación, se unió a la guerrilla y se fue a las montañas de Kurdistán. Sigue dando forma al debate sobre el internacionalismo y las conexiones entre las luchas más allá de las fronteras nacionales; Fue la primera mujer alemana que entregó su vida a la lucha apoísta por la libertad. Es una pionera cuyo recuerdo sigue dando forma a los debates hasta el día de hoy. Muchos camaradas que estuvieron con ella en las montañas cuentan historias muy vívidas sobre ella. Era tan curiosa que siempre preguntaba por todo. Al mismo tiempo, había en ella profundidad y solidez ; en su actitud podemos ver las posibilidades de crear estrategias de defensa para poder armarse contra los ataques diarios del patriarcado. Preguntémonos cómo podemos estar preparadas para luchar, qué tipo de personalidad debe forjarse una mujer joven para poder luchar.
Heval Ronahî discutió mucho con las compañeras sobre la ruta del internacionalismo en el movimiento feminista. Antes de que Heval Evîn cayera Şehid en París, habló de su tiempo pasado junto a Heval Ronahî. Dijo que como jóvenes internacionalistas deberíamos vernos más en su tradición. Si comprendiéramos mejor y más profundamente a Heval Ronahî y estableciéramos conexiones más profundas con todas las mujeres revolucionarias que lucharon antes que nosotras, tendríamos muchas más posibilidades de conectar con sus luchas. No seguiríamos haciéndonos las mismas preguntas, y así encontraríamos una salida a la falta de soluciones. Si fuéramos más capaces de seguir las preguntas de nuestras predecesoras, también podríamos aprender de las respuestas que ellas ya hayan encontrado. De este modo, podríamos recorrer más rectamente el camino que nos prepararon y continuarlo. Sin embargo, estos caminos no los recorremos solas, siempre corren paralelos, se cruzan y están llenos de obstáculos similares. Sólo cuando realmente emprendemos este camino juntas y formamos una organización fuerte podemos superar estos obstáculos. Después de todo, ¿quién puede hacer rodar todas las rocas por sí sola? Sólo podemos hacerlo juntas, pero también necesitamos la técnica adecuada para hacerlo. Así que organizarse no es sólo juntarse con otras personas. Se necesita un objetivo común, valores y moral comunes, una conciencia común. Sólo cuando las mujeres jóvenes se organizan son capaces de superar el sistema dentro de sí mismas y en el mundo entero.
Vivir y construir el internacionalismo como mujeres no significa crear conexiones abstractas entre nosotras, sino aprender a sentir de nuevo nuestra conexión natural.
También significa sentir una conexión con la propia historia. Una conexión con todas las luchadoras que nos han precedido, no ver sus luchas como separadas de las nuestras, aunque se enfrentaran a retos supuestamente diferentes. Quizás se enfrentaron a una sintomatología diferente, pero también ellas atacaron al patriarcado con su resistencia. Tiene muchas máscaras diferentes, y por eso a veces nos resulta difícil comprender realmente el sistema que hay detrás. El entretejido de todos los niveles de lucha encierra el potencial de crear una nueva identidad, una que haga arder el espíritu del movimiento internacional de mujeres jóvenes, una que encienda un fuego tan ardiente que el patriarcado inevitablemente se queme las manos intentando extinguirlo. Así que saquemos fuerza y esperanza de todas las luchas libradas hasta ahora por las mujeres, y de las que también se están enfrentando y resistiendo al mismo enemigo en este mismo instante. Si luchamos juntas con lazos de solidaridad, jamás podrá doblegarnos. Ya sea en las capitales del corazón de la bestia, en las selvas primigenias del Amazonas, en las montañas libres, en todas partes es la mujer la que no se dejará robar la esperanza de una vida bella y libre. En todas partes es ella la que no se doblegará, y con su
brillante liderazgo allanará el camino a todas las generaciones que vengan después de nosotras. Ella es la que arrancará de raíz el sistema de dominación y opresión, y ya está sembrando las semillas de un futuro hermoso en todas partes.
La primavera de la joven luchadora hace tiempo
que ha comenzado, y cada día florecen nuevos brotes
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