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­From Balochistan to the whole world - Forging unity among the oppressed



Por Abdullah Abbas, Consejo de Derechos Humanos del Beluchistán


Entre el 3 y el 5 de noviembre, la conferencia internacional “La Juventud Escribiendo la Historia” en París, organizada por activistas del movimiento kurdo, marcó un significativo encuentro de activistas de diversos orígenes y de todo el mundo. En tanto representante del Consejo de Derechos Humanos de Beluchistán, una organización enfocada en las violaciones a los derechos humanos en Beluchistán por parte de las fuerzas armadas pakistaníes, tuve el privilegio de presenciar la empoderante asistencia de activistas defendiendo distintas causas.


Beluchistán, otrora una nación independiente, carga con la herida de la colonización británica, que la llevó a su división y ocupación por parte de Pakistán, Irán y Afganistán. Las raíces de esta situación crecen desde el ataque del Raj británico a Beluchistán en el año 1838, que terminó en la colonización de esta región dos décadas antes de la ocupación del subcontinente indio. Eventos posteriores, tales como la división de Beluchistán el año 1872 y la creación la Línea Durand en 1893, ilustran la compleja historia que pavimentó el camino para los desafíos a los cuales se enfrenta hoy en día el pueblo baluchi.


Después de la Segunda Guerra Mundial, Beluchistán declaró su independencia en conjunto con la India y Pakistán, para posteriormente enfrentarse a la ocupación de su territorio por Pakistán en 1948, orquestada para proteger los intereses occidentales en la región. Esto marcó el inicio de la lucha de Beluchistán como colonia, enfrentándose a la firme resistencia de su pueblo, resultando en cinco revueltas, todas brutalmente reprimidas. El año 2000 trajo consigo otra revuelta, la más duradera hasta hoy. Pakistán, colaborando con China para alterar la demografía de Beluchistán en pos de la construcción de un puerto, impulsado por el movimiento, conduciendo a la resistencia más antigua que persiste hasta el día de hoy. El posterior proyecto de Corredor Económico entre China y Pakistán (CPEC), que partió el año 2003, se ha enfrentado a una oposición continua, a tal punto que el puerto y otros proyectos siguen sin funcionar dos décadas después.




Mientras persistía la Resistencia, las fuerzas armadas pakistaníes implementaron una estrategia despiadada, recurriendo a la desaparición forzada y la ejecución extrajudicial de activistas y sus familias críticas de la ocupación pakistaní. Solo en los últimos cinco años, más de 5.000 personas han sido desaparecidas, y al menos 3.000 han sido ejecutadas mientras que las fuerzas militares aprietan las garras sobre todos los aspectos de la vida civil.


Beluchistán bajo la ocupación iraní se enfrenta a desafíos similares, en tanto el régimen de Mullah suprime los partidos políticos, asesina a activistas, y genera un vacío político – la lucha en la región se encuentra exacerbada por la privación económica y un esfuerzo concertado para “iranizar” la zona. La campaña para “iranizar” involucra distorsionar la historia del pueblo baluchi, del pueblo kurdo, y de otras etnias bajo el dominio iraní, negando sus propias historias, culturas, lenguajes, y diversidades. Por el contrario, a la población se le dice que son parte de una nación persa mayor, y las autoridades prohíben la utilización de nombres baluchíes, kurdos, y otros nombres locales. A pesar de estos desafíos, persiste la resistencia.


En agosto del 2022, casi un mes antes del trágico asesinato de Jina Amini, una niña beluchi de 15 años fue víctima de un abuso sexual por parte de un policía en Chahbahar. Al saberse del incidente, se produjo una ola de indignación pública que culminó en protestas que eventualmente escalaron hasta llegar a la masacre de Zahedán.


Contextualizar el movimiento Jin Jiyan Azadi es crucial. Luego del brutal asesinato de Jina Amini, este movimiento agarró fuerza en Irán, con el pueblo en Beluchistán protestando al mismo tiempo contra la violación por parte de la Guardia Revolucionara de Irán. En conjunto con otras partes de Irán y Kurdistán, las fuerzas iraníes reprimieron la protesta pacífica, asesinando a cientos de personas y deteniendo a aún más. Hoy, las comunidades kurdas y baluchíes cuentan la mayor cantidad de personas asesinadas, ejecutadas y detenidas luego del asesinato de Jina.


A pesar de la magnitud de la violencia y la represión en Beluchistán, la conciencia internacional al respecto sigue siento mínima; los medios de comunicación habitualmente se refieren a un “vacío de información”. La falta de atención por parte de organizaciones internacionales de derechos humanos ha permitido que Pakistán e Irán sigan actuando con impunidad, cometiendo atrocidades sin enfrentarse a ninguna consecuencia.


La conferencia “La Juventud Escribiendo la Historia” sirvió como una plataforma esencial para que activistas de todo el mundo se unieran, compartieran sus luchas y exploraran avenidas de colaboración. A pesar de la naturaleza diversa de nuestros desafíos, el patrón fundamental de nuestra opresión es el mismo – viene de la ocupación y del despojo. Nos subrayó la necesidad de un esfuerzo colectivo, que transcienda las fronteras geográficas, para enfrentarse a un adversario común – un sistema enraizado en la ocupación y la explotación.


Fue evidenciado que nuestros opresores están unidos a través de distintas entidades, mientras que nosotras, las oprimidas, seguimos fragmentadas. Sin embargo, nuestra fuerza yace en los factores que nos unen: el dolor, la camaradería, y la búsqueda de la justicia y la verdad. Estamos ante una elección: seguir sufriendo en aislamiento o unirnos y formar un frente unido contra la opresión. Una unidad así manda un mensaje potente a nuestros opresores – que estamos juntas, listas para resistir colectivamente, y tocar a una incita la resistencia de todas.


Sin importar su poder, un lazo forjado a partir de la lucha conjunta es mucho más fuerte que una unidad basada en la codicia y la explotación.


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