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Estamos en guerra – Carta a los internacionalistas de Şehîd Sara Dorşîn

Sara Dorşîn (Sarah Almuth Handelmann) fue una revolucionaria alemana que se unió a las filas de la guerrilla del PKK en 2017 y cayó martir en las montañas de Kurdistán en bombardeos del ejercito turco el 7 de abril de 2019. Sobre ella, la Comuna Internacionalista de Rojava escribió:


La historia de Şehid Sara comenzó en 1985 en Alemania, donde sintió la hostilidad del capitalismo hacia la juventud. Esto desencadenó su búsqueda de algo más, algo diferente. Abrazando ideales socialistas, Heval Sara se encontró con la lucha kurda por la libertad. La lucha de los kurdos resonó profundamente en ella, ya que la consideraba una lucha por la humanidad. En 2017, impulsada por sus convicciones, Heval Sara tomó la valiente decisión de viajar a las montañas del Kurdistán para unirse al Movimiento por la Libertad, guiada por la visión de Abdullah Öcalan de una vida libre. En la vida de una guerrillera libre en las vastas montañas kurdas, la camarada Sara se adaptó rápidamente. Profundizó en la ideología de Öcalan, en particular en su visión de la liberación de la mujer en las filas de YJA Star (Unidades de Mujeres Libres). El viaje de la camarada Sara encarna la fuerza, la solidaridad y la búsqueda incesante de un mundo socialista. Desde Alemania hasta las montañas kurdas, su historia nos inspira a desafiar la opresión y a luchar por una vida revolucionaria.


Lo que sigue es una carta que escribió en las montañas del Kurdistán dirigiéndose a sus amigos en Europa. La publicamos aquí como ejemplo del tipo de postura y aptitud que aspiramos a alcanzar como jóvenes revolucionarias e internacionalistas, así como de la voluntad y la esperanza que debemos cultivar en nuestro interior para lograrlo.

Estamos en guerra, es algo evidente, tan serio como cotidiano. Esta ha sido nuestra vida desde que empezamos a buscar que no podíamos encontrar en nuestro entorno inmediato, o al menos pensábamos que no podíamos hacerlo. Y en eso se ha convertido esta guerra: no es fácil creer en algo hoy en día. Supongo que eso se ha convertido en una excusa: la creencia. Tenemos que conseguir que lo que hacemos sea algo en lo que podamos creer. Es decir, que es la propia acción la que produce el valor y la creencia, para luego, a su vez, al creer en ella, darle el poder que necesita para que sea creíble y resistente. Eso es actuar, comenzar, hacer algo, estar en movimiento, en lugar de esperar a que llegue algo que satisfaga nuestras exigencias idealistas en todos los sentidos, o desesperarse porque no es así, o no puede llegar a ser así. Ya en este punto hay un error. Porque la cuestión es que nuestro proyecto debe ser imposible.  Si no va mas allá de los límites de lo factible, no puede hacer justicia a una aspiración radical en absoluto. Lo peor es que hemos desaprendido a seguir el camino que realmente creemos correcto. Dejamos morir nuestros impulsos de seguir nuestra rebeldía porque estamos ocupados calculando el resultado de una posible lucha, incluso nos obligamos a creer que con ello estamos dando valor a nuestras acciones.


Pero al hacerlo, nos perdemos la experiencia honesta de una resistencia que crea fuerza a través de sí misma. El valor siempre surge en la lucha. Lo mismo ocurren con la libertad. Así que puedo decir “esto es la libertad”, y al mismo tiempo nunca puedo afirmar que soy libre. Un sociedad liberada no implica que la lucha terminado. Una sociedad libre es una sociedad que lucha por la libertad, una sociedad liberadora. La libertad también está  en la propia lucha. Y ese es un camino, un movimiento en la conciencia de que la historia es algo en lo que influimos. Tenemos que trabajar en nuestra actitud. No tenemos derecho a fracasar. Como militantes, como revolucionarias, no tenemos este derecho. De nuevo, un problema del liberalismo. Nos concedemos demasiado el derecho a fracasar; debido a las circunstancias, debido a nosotras mismas. Incluso nos complacemos en nuestras incapacidades. Lo aprendimos así para poder querernos a nosotras mismas. Hacia las demás esto los explicamos como compresión o compasión. En realidad, nos privamos – con la falta de radicalidad y las excusas – del poder de librar cualquier batalla con éxito. Nos robamos nuestra radicalidad; nos limitamos a nosotras mismas. De hecho, si algo no tiene éxito, si fracasamos, se debe enteramente a nuestros propios errores. La culpa no la tiene algo o alguien. Es una cuestión de aspiración y voluntad; porque la lucha no tiene limites. Esta actitud no es solo nuestra misión, sino que también es nuestra ventaja. Significa no ocultar estos errores y trabajar en nosotras mismas, cambiar. La persona misma es el éxito, y por lo tanto es también la garantía. Y es también la propia persona un objetivo. En este sentido, de hecho, no hay nada que no podamos hacer, ninguna lucha que no podamos librar. Estamos hablando aquí de radicalismo.

La guerra se libra contra nosotras, y esto es un hecho cotidiano, pero que solo se ha asentado imperfectamente en nuestra conciencia. Por supuesto, se presenta en varias formas. Siempre lo ha hecho. Como sabemos, la violencia es una herramienta común que también adopta muchas formas diferentes. El Poder Público incluye esta definición de violencia en su definición de poder y también le gusta recurrir a medidas psicológicas. Con esta violencia pueden quizar romper la voluntad, pero con un sistema como el que lideran los llamados estados democráticos de Occidente, se aseguran que la voluntad nunca pueda surgir en primer lugar. En realidad, esto está funcionando muy bien. ¿Cuantas de nosotras podemos afirmar que nos jugamos algo, que estamos dispuestas a sacrificarnos? Pero al mismo tiempo, nos encontramos en una búsqueda del sentido. Hay en las personas un profundo anhelo de prometerse algo más grande.


Estamos en guerra…, es la hora del internacionalismo. Cuando hoy voy a las montañas, aprendo a manejar un Kalashnikov, leo los libros de Abdullah Öcalan y discuto sobre feminismo con jóvenes guerrilleras, no lo hago porque haya sucumbido a una idea orientalista y creo que estoy ayudando a un pueblo oprimido a liberarse. En última instancia, lo hago porque sé que no puedo pretender difundir ningún valor si no lucho. Y porque las armas que se entregan a Oriente Media son de fabricación alemana.


Un valor se crea siempre en la lucha. Una teoría está siempre incompleta sin la práctica. Nos falta una seriedad que no desespere sino que se crea en sí misma. Somos parte de una lucha mundial, contra el mismo enemigo. Esta guerra que llamamos Tercera Guerra Mundial esta todo ideológica. Si ganamos, una desesperanza aún mayor se asentará sobre las mismas personas que ahora pueden observar con interés, pero que no luchan activamente en el lado militante. Pero luchar no significa no poder perder en absoluto, porque ya hemos ganado cuando empezamos a luchar de verdad.


Esta guerra es nuestra guerra, nuestra responsabilidad, nuestra decisión y nuestra determinación.


Entonces, ¿por qué olvidamos tan fácilmente que estamos en guerra?


- Sara Dorşîn, Montañas del sur de Kurdistán

2018-2019

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