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El canto tiene sentido cuando palpita en las venas

Sobre la necesidad de una practica músical revolucionaria

La música forma parte del amplio espectro artístico de los pueblos y de las culturas. Con los sonidos, formas, movimientos y otros elementos que se asocian a la gestualidad y al lenguaje simbólico, la sociedad ha expresado, en forma de rituales, sus ideales valóricos, políticos y relacionales. Música, danza y poesía están íntimamente relacionados y para algunos es inconcebible una de ellas sin las otras. Desde siempre, las melodías y los ritmos expresan la variedad y la complejidad de las emociones humanas y las relaciones de la naturaleza y el universo. Los textos de muchas tradiciones musicales son alabanzas, reflexiones o historias: narran la sociedad, su historia y su desarrollo.


Para muchos de nosotras, que pasamos las mayoría de nuestras vidas en modernos centros urbanos que se caracterizan por la velocidad, el consumismo y la impersonalidad, esto puede resultar algo no tan evidente. Las ciudades en Europa, y después en otras partes del mundo, se han transformado en centros del poder capitalista y estatal. Con esto un duro golpe ha sido infligido a la cultura: las tradiciones orales, la mitología, la música y la danza – las expresiones de nuestros mundos valóricos y sociales- palidecen y sufren una significativa marginalización. El arte como manifestación social de creatividad, diversidad y de valores como la libertad, la justicia y la solidaridad, está bajo un fuerte ataque. Se asiste a una “profesionalización de la expresión” – solo el artista altamente especializado tiene el privilegio de crear y expresarse. La música comercial a menudo ha sido despojada de cualquier perspectiva social, crítica y de resistencia. Nos volvemos espectadores pasivos en lugar de individuos activos que contribuyen al maravilloso mundo de la expresión artística que tiene el potencial de unir, enseñar y de desarrollar creatividad y sociabilidad.


En mi formación musical, estudiando trompeta, corno y composición, sin darme cuenta, las academias me ofrecieron un modelo fuertemente Eurocéntrico, analítico y que desconectaba la música de sus raíces populares y sociales. Con el tiempo me incorporé al sistema en este sentido, y en mi mente la música clásica europea adquirió un cierto nivel de superioridad a pesar de haber crecido con música de diversos grupos de rock de Chile y el mundo, y de haber comenzado en la música tocando en la guitarra aquel repertorio.


A pesar de esto, una búsqueda interior siempre presente me llevó, poco a poco, a apasionarme a otros estilos musicales y reconocer la universalidad y el carácter mas amplio, creativo y social de la música. En particular fueron la experiencia de descubrir la improvisación en el contexto del jazz y la lectura de escritos de C. Small los que ampliaron y renovaron mi concepción de la música, la composición y la creatividad, y me hicieron reconectar con ese elemento de la música que me había hecho interesarme a ella desde pequeño: disfrutar del tocar y cantar con otros, expresarme creativamente, danzar e incluso mas generalmente pero no menos fundamental “dar y recibir”.

Estas y otras reflexiones me llevaron a considerar urgente volver a las tradiciones musicales del campo, de la montaña y de la ciudad en revuelta. Es crucial reapropiarnos del canto y de la danza, armarnos de inspiración con los distintos ejemplos de canto de resistencia en la historia y desencadenar una revolución cultural. En el darme cuenta de las contradicciones y violencias del sistema, se me hizo cada vez mas necesario, como a muchas y muchos artistas, alinear mi practica y expresión musical con un espíritu de juventud, dinámico, abierto y revolucionario.


Por ello, a continuación seguirán algunos ejemplos de distintas zonas del mundo que me han influenciado con artistas y canciones que han representado y encarnado valores democráticos y socialistas, para ilustrar la universalidad e internacionalidad de estas ideas en la practica musical.


En Latinoamérica durante el siglo XX, fueron muchos los y las artistas que se volvieron símbolos del pueblo, de su lucha y su resistencia. Mercedes Sosa, Violeta Parra, Victor Jara, grupos como Inti Illimani y Quilapayun son algunos nombres entre tantos/as. La denominada “Nueva Canción Chilena” fue, por ejemplo, un potente movimiento musical y cultural que se inspiro de la música indígena, el canto campesino para producir música de critica social. “El Pueblo unido jamás será vencido” o “Arauco tiene una pena” son dos canciones emblemáticas que denuncian la opresión imperialista y colonial, la explotación de los pueblos nativos de Abya Yala/America, y que se configuraron como simbólicos cantos de protesta en un continente donde justamente la sed de dominio de las potencias europeas ha dejado y deja hasta hoy pesadas huellas de destrucción entre extractivismo y violencia represiva hacia los opositores.


En Europa, a pesar del fuerte ataque material y sobre todo ideológico a la sociedad y a los movimientos democráticos y socialistas, al menos desde el siglo XIX a nuestros días, una vigorosa tradición de canciones sociales y de protesta se ha desarrollado. Algunas emblemáticas canciones revolucionarias son “L’Internationale” de E. Pottier que nació en torno a la Comuna de París – símbolo de la lucha por el socialismo y la democracia -; En Italia “Bandiera Rossa”, reelaboración de un antiguo canto lombardo que se volvió himno socialista y comunista en la primera mitad del siglo XX, los cantos populares de protesta de las Mondinas – trabajadoras en los cultivos de arroz en el norte italiano - como “Se otto ore vi sembran poche”, y muchas mas. También los proyectos musicales “Cantacronache” y “Nuovo Canzoniere Italiano” fueron dos ejemplos de increíbles reuniones de diferentes artistas como Italo Calvino, Fausto Amodei, Giovanna Marini y muchísimos/as otros, que dieron nuevo ímpetu a la tradición musical campesina, social y de resistencia. Canciones como “La Zolfara” o “Per I Morti di Reggio Emilia” que hablan de protesta y explotación, “Oltre il Ponte” o la famosa “Bella Ciao” para recordar y revivir los valores antifacistas de la lucha partisana en Italia y en el mundo, son solo algunas de las canciones de este periodo.

Desde Cataluña nos llega “La Estaca”, canto de oposición al régimen de Franco que se difundió por todo el continente, desarrollándose en distintas versiones, por ejemplo en Francia y en el Este de Europa, donde en relación al movimiento Solidarnozc y a la oposición a las derivas autoritarias y antidemocráticas de los gobiernos comunistas bajo presión de la Unión Soviética se volvió un canto muy popular.


Quienes se opusieron al imperialismo y al fascismo en este continente no dejaron de cantar a la esperanza y la resistencia en una zona que había sufrido innumerables conflictos alimentados por la sed de poder de elites feudales, aristocráticas y burgueses, y que en el siglo XX enfrentaría dos terribles conflictos de proporciones mundiales, expresión de la contradicción del capitalismo en la era de los imperios modernos.


En nuestros días, “Canción sin Miedo” de Vivir Quintana o “Palestina” del movimiento estudiantil de Milán de los años setenta se han vuelto cantos de gran difusión, en un mundo donde las contradicciones y conflictos del capitalismo y el patriarcado tienen proporciones globales. Sin duda, en todo el mundo nacen y renacen cantos de resistencia de la sociedad que encarnan y propagan los valores de la democracia y el socialismo.


Las maneras para llevar adelante estas ideas y este concepto de practica musical revolucionaria son muchas: elaborar cancioneros con textos y acordes, recopilando cantos de resistencia antiguos y nuevos, que son un excelente medio para cantar en grupos en distintas situaciones. Crear grupos y formaciones musicales corales e instrumentales, con las distintas experiencias musicales de cada uno/a: con las diferencias de destrezas y experiencia de los integrantes, la diversidad será siempre un punto a favor y de practica de la “unidad en la diversidad”. Hace falta proponer, en contextos formales e informales, momentos musicales y artísticos para difundir y poner en practica una cultura democrática desde la juventud, vivir una musicalidad rica de diferencias, melodías, ritmos y valores socialistas y revolucionarios.

Las canciones y artistas que he mencionado son solo algunos ejemplos de un canto -popular- que narra la historia y la vida de una sociedad y cultura democráticas que siempre han existido. El capitalismo y el Estado se esfuerzan en escondernos su existencia, pero por su vigor y su esencia resurgen estas expresiones resistentes y persistentes en las situaciones más adversas. La música es, entonces, fuente de historia democrática, por una parte, y por otra perenne practica de la creatividad y sociabilidad que nos hacen crear un mundo mejor, con los guiado por valores de la libertad, la justicia y la solidaridad.

-Ignazio Mattei

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