La perspectiva de las jóvenes internacionalistas

La resistencia histórica de las mujeres jóvenes es una epopeya sin límites. Sigue viva en la memoria colectiva de las mujeres, a la espera de ser documentada.
En los últimos tres meses, los acontecimientos se han desarrollado con rapidez; por primera vez en casi cuatro años, los pueblos del mundo recibieron un mensaje de Abdullah Öcalan desde la isla-prisión turca de Imrali. En el mensaje, Öcalan declaró: “Si se crean las condiciones, tengo el poder teórico y práctico para conducir esta fase del conflicto y violencia a una base legal y política”. Para nosotras, como mujeres jóvenes, este mensaje –compartido durante el primer encuentro después de tres años y ocho meses de aislamiento total– actúa como una luz guía en la oscuridad que nos rodea.
Por eso es aún más importante entender qué significa “crear las condiciones”. Esto implica dos cosas: primero, que las circunstancias necesarias para que Abdullah Öcalan asuma su papel aún no existen; y segundo, que la tarea de esta fase es hacer que esas circunstancias se hagan realidad. Las palabras de Imrali son un llamado a la acción, a la creación y a la transformación.
Ataques y resistencia
Los ataques globales contra las mujeres jóvenes tal vez nunca hayan sido más fuertes que ahora. Las crisis han alcanzado un pico sin precedentes. En todo el mundo, el conflicto de la modernidad capitalista hostil a la vida se está intensificando. Ni la Primera ni la Segunda Guerra Mundial alcanzaron los niveles incomprensibles de miseria y sufrimiento que vemos hoy. La modernidad capitalista ha llevado al mundo hacia una catástrofe total, y cada día que pasa se hace más urgente revertir el rumbo. En los últimos tres meses, hemos sido testigos de primera mano de las sangrientas manifestaciones de la modernidad capitalista. El resurgimiento del yihadismo en Siria, la guerra de agresión turca contra la revolución de las mujeres en el norte y el este de Siria, el martirio de periodistas mujeres como Şehîd Nazim Daştan y Şehîd Cîhan Bilgin, el ascenso del fascismo en los centros de la modernidad capitalista, los secuestros en Baluchistán y el caso de Gisèle Pelicot: todas estas brutalidades de la modernidad comparten una cosa en común: son una guerra contra las mujeres.
Lo que une a todas las fuerzas hegemónicas y dominantes (explotadores, fascistas y opresores) es la creencia compartida de que una mujer que se mantiene firme en su propia tierra, con libre albedrío y pensamiento independiente, organizada y luchando por ideales como la belleza, la libertad y el amor, representa la mayor amenaza. El único punto en común que une a las fuerzas opresoras, desde los gobiernos nacionales hasta las pandillas, las mafias, los ejércitos, los paramilitares y el capitalismo financiero, es la esclavitud de las mujeres y la guerra contra ellas.
La resistencia de la colonia más antigua
Los esfuerzos para impedir que las mujeres se resistan a esta guerra comienzan antes del nacimiento. Incluso antes de que nazca una niña, se depositan en ella expectativas: cómo debe desarrollarse, qué alegrías debe aportar a sus padres y qué funciones debe desempeñar. Es difícil enjaular a un pájaro que ya ha experimentado la libertad, e igualmente difícil convencer a una mujer que ha probado la libertad de que acepte su propia esclavitud. Así, el sistema atrapa a las mujeres desde el útero, y el adoctrinamiento patriarcal comienza desde el nacimiento.
Ninguna otra nación, colonia o grupo siente el anhelo de libertad con tanta fuerza como las mujeres jóvenes. Sólo la fuerza unida de las mujeres puede redirigir radicalmente el “Snowpiercer” de la modernidad capitalista. Las mujeres jóvenes deben actuar con toda la rabia y el desprecio que han acumulado contra esta falsa vida.
Organizadas o no, en todos los rincones del mundo, desde las montañas hasta las costas, desde las aldeas remotas hasta las metrópolis de la modernidad, cada mujer tiene una batalla que librar. Los intentos actuales de reprimir a las mujeres jóvenes representan el culmen de la tragedia histórica. Si bien las formas de opresión de las mujeres han cambiado a lo largo de 5000 años de patriarcado, su esencia sigue siendo la de la esclavitud.
La esclavitud de las mujeres comenzó en los templos zigurat de los sumerios, los primeros sistemas estatales de la historia de la humanidad. Estos templos, dedicados a los dioses, tenían tres niveles: el superior para los dioses, el intermedio para los soldados y administradores, y el inferior para los primeros burdeles de la historia. La palabra “prostitución” deriva del latín prostituere , que significa “mostrar”. Mostrar algo es convertirlo en un objeto. La división sujeto-objeto comenzó con el patriarcado y sentó las bases para el concepto de poder. Un objeto no tiene voluntad propia; no decide por sí mismo ni por los demás. El patriarcado convirtió a los hombres en sujetos y a las mujeres en objetos, una dinámica que los sistemas patriarcales han institucionalizado durante milenios.
A lo largo de los años, esta separación se ha profundizado e institucionalizado. En la modernidad, se la puede encontrar en cada esquina, en cada relación interpersonal, en la dinámica hombre-naturaleza, en la relación Estado-sociedad, en cada ámbito de la vida y en cada pensamiento. Los burdeles de los templos sumerios no eran meros lugares de prostitución y esclavitud, sino que simbolizaban el primer paso en la colonización de la mujer y de su identidad. A lo largo de la historia, la cosificación de la mujer se ha vuelto cada vez más compleja, adoptando diversas formas y alcanzando su apogeo en la modernidad capitalista.
¿Nos libera el liberalismo?
A lo largo de la mayor parte de la historia, las mujeres jóvenes han desempeñado un papel central en el desarrollo de la sociedad. Durante la Revolución Neolítica, las mujeres fueron la fuerza impulsora de la creación de una sociedad en evolución. Sin embargo, a medida que el patriarcado se convirtió en una fuerza organizada contra las mujeres y la sociedad, el papel de las mujeres jóvenes cambió. Se transformaron: de prostitutas del templo a concubinas de la corte, de amas de casa a funcionarias del Estado. A lo largo de los siglos, las mujeres experimentaron varias etapas de esclavitud que culminaron en el liberalismo, que las convenció de considerar su esclavitud como libertad.
Si queremos librar hoy una lucha feminista efectiva, es esencial entender cómo hemos llegado hasta aquí. El liberalismo promueve la idea de que la libertad última consiste en vestir como queramos, hacer lo que queramos, decir lo que queramos y vivir como queramos. Pero ¿qué significa la libertad para una mujer atrapada en las cadenas de una esclavitud milenaria? ¿Cómo puede ser verdaderamente libre la voluntad de una mujer que ha sido cosificada? La esclavitud más insidiosa es la que se disfraza de libertad.
Puede que los zigurats del sistema gobernante de la modernidad capitalista ya no sean templos de tres pisos, pero todavía existen. La esclavitud de las mujeres ha alcanzado un estatus casi universal. Se está intentando crear una realidad en la que ningún ámbito de la vida permanezca intacto de la opresión hacia las mujeres. Esta esclavitud ya no se limita a acciones específicas, como la prostitución física o la cosificación del cuerpo, sino que se ha grabado en los pensamientos, sentimientos y acciones de cada mujer. Abdullah Öcalan se refirió a esta condición de las mujeres como una “puta universal”. Por doloroso que pueda ser utilizar ese término, cuando reflexionamos sobre la realidad actual de las mujeres jóvenes en casi todos los rincones del mundo, en casi todas las esferas de la vida, esta es la dura verdad del siglo XXI.
El abismo de la guerra mundial
El mundo está profundamente inmerso en la Tercera Guerra Mundial, y ninguna zona del planeta se ha librado del derramamiento de sangre. Sin embargo, en medio de este caos, la resistencia de las mujeres perdura. Las mujeres nunca se han rendido del todo, incluso mientras la humanidad continúa su implacable marcha hacia el abismo. En todos los continentes, la resistencia contra la guerra, la crisis y el fascismo es intensa e inquebrantable. La Tercera Guerra Mundial es una bomba de relojería. Los feminicidios y la violencia sexual son ahora realidades cotidianas en la guerra, mientras que el ascenso del fascismo y el autoritarismo alimentan la brutalidad. El colapso ecológico que ya se está desatando y el industrialismo desenfrenado empujan a la humanidad hacia adelante como un tren sin frenos.
Sabotear este tren provocaría una explosión que podría acabar en una guerra nuclear o en más masacres. En lugar de una noche sangrienta, la lucha de las mujeres debe abordarse con una comprensión más profunda. En el punto álgido de la crisis se encuentra el potencial para aprovechar las oportunidades, siempre que se entienda correctamente el tiempo y el espacio. Cada momento de caos encierra la posibilidad de la libertad. Las mujeres jóvenes, a través de su doble identidad como mujeres y jóvenes, poseen la capacidad de ver la realidad con claridad. Un movimiento organizado y educado de mujeres jóvenes podría aprovechar este impulso, establecer nuevas vías para el tren y cambiar el curso de la historia.
Sin embargo, para construir esa fuerza se necesitan pasos deliberados en la lucha ideológica. Un movimiento que reflexiona mientras se mueve y se mueve mientras reflexiona podría anunciar el comienzo del fin del patriarcado. No hay ninguna mujer joven que viva completamente sin contradicciones con el patriarcado o que se haya alineado completamente con la dominación; eso contradiría la esencia de ser mujer. La alienación de las mujeres con su identidad, su tierra y su cultura es una condición universal, aunque se manifiesta de manera diferente en cada región. La colonización, la urbanización y la destrucción de los espacios habitables desarraigan a las mujeres en todo el mundo. Reconocer estas contradicciones personales y organizarse a partir de ahí debe convertirse en la tarea natural de todas las mujeres. De ese modo, la revolución de las mujeres se amplificará.
Nuestra arma más poderosa es la palabra: el diálogo, la discusión, la organización y la autoeducación. Incluso la autodefensa física sólo puede realizarse mediante la fuerza ideológica. El aprendizaje autónomo fomenta una voluntad fuerte y libre y elimina los patrones esclavizantes de pensamiento, sentimiento y acción. La Jineolojî , la ciencia de las mujeres y la vida, tal como la propone Abdullah Öcalan, no es una práctica exclusiva. Cada mujer, en cada movimiento, en cualquier parte del mundo, puede sumergirse en esta ciencia, que ofrece una alternativa a las ciencias que sirven a la dominación. La historia de las mujeres antes del patriarcado no se ha escrito, y quienes intentaron escribirla fueron quemadas en la hoguera.
Sin embargo, ni el pasado ni el futuro están predeterminados. Cada momento puede transformarse en un momento en el que se vivan alternativas. El progreso no es lineal ni circular. Avanzamos como una espiral, al igual que evoluciona el movimiento internacionalista de las mujeres jóvenes. El internacionalismo es intrínseco a la naturaleza de las mujeres. No importa cuánto esfuerzo se haga para aislarlas y alienarlas, nunca se podrá lograr por completo. Toda mujer que sea mínimamente consciente de su feminidad puede comprender y empatizar naturalmente con otras mujeres en cualquier lugar. Ninguna frontera de los estados-nación puede limitar esta conexión.
La Primavera de las Mujeres y de los Pueblos
Un movimiento internacionalista de mujeres jóvenes, consciente de esta realidad, puede crear unidad entre las mujeres jóvenes de todo el mundo a un ritmo extraordinario, y la necesidad de esto es urgente. Los movimientos feministas han logrado y siguen logrando cosas increíbles, pero siguen siendo insuficientes. Una persona con cáncer no se salva de la muerte rescatando una sola célula gris. Debemos enfrentar esta realidad de manera radical y honesta. La guerra en la que estamos inmersos es demasiado seria para que perdamos el tiempo con autoengaños, especialmente cuando el enemigo trabaja las 24 horas del día para engañar a cualquier forma de resistencia. Nuestra respuesta debe ser un movimiento radical de mujeres jóvenes unidas por sus puntos en común y abrazando sus diferencias.
El año 2025 será la primavera de las mujeres y de los pueblos. El movimiento guerrillero de mujeres YJA-Star en las montañas libres del Kurdistán representa la vanguardia de la resistencia de las mujeres. Las fuerzas guerrilleras han llamado a que el año 2025 sea la primavera de las mujeres y de los pueblos. Al convertir cada pedazo de tierra en un frente de resistencia, podemos responder a este llamado. La pregunta del siglo XXI que nosotras, como mujeres, debemos hacernos es: ¿cómo queremos vivir? ¿Qué alternativa podemos ofrecer al Estado-nación, al patriarcado y al capitalismo? Si nuestro objetivo es claro, el camino y los métodos de nuestra lucha se revelarán por sí solos. La forma en que resistimos, la forma en que luchamos, debe tener un propósito. Si respondemos a estas preguntas colectivamente, podemos reconfigurar el campo de batalla en 2025 –el punto álgido de la Tercera Guerra Mundial– y acercarnos a la liberación de las mujeres. ¿En qué momentos nos hemos sentido libres? ¿Cuándo hemos sentido que estábamos en el camino correcto? ¿Cuándo hemos sentido profundamente nuestra condición de mujeres?
La libertad física de Abdullah Öcalan, Rêber Apo, será decisiva para la primavera de las mujeres y de los pueblos. Nuestros momentos de libertad son una fuente de fuerza para nuestra lucha y darán forma a nuestra perspectiva y postura para 2025.

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