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Confederalismo democrático en Oriente Medio



En su Manifiesto por una Civilización Democrática, Rêber APO conceptualizó la revolución en Kurdistán como una Revolución Internacionalista, buscando crear una alternativa a la modernidad capitalista en Oriente Medio, desarrollando la posibilidad de la coexistencia comunal entre diferentes naciones, pueblos y grupos étnicos del territorio bajo el marco del Confederalismo Democrático.


En palabras de Rêber APO :


El Confederalismo Democrático se basa en la experiencia histórica de la sociedad y en su herencia colectiva. No es un sistema político moderno arbitrario, sino todo lo contrario pues acumula historia y experiencia. Es el fruto de la vida de la sociedad. El Estado se orienta continuamente hacia el centralismo en pos de los intereses de los monopolios del poder. Con el confederalismo ocurre todo lo contrario”.


En sus análisis, Rêbertî argumenta que Oriente Medio se verá sometido a un proceso de cambio radical y reformulación geopolítica para el año 2030. De hecho desde la Primavera Arabe de 2011, los poderes regionales hegemónicos han exacerbado los conflictos regionales con el objetivo de asegurarse el control sobre las materias energéticas, estableciendo el control sobre territorios geopolíticamente estratégicos.

Numerosos estados y organizaciones políticas, desde los agentes de la modernidad capitalista tales como Turquía y OTAN, Irán y Rusia, hasta los poderes locales como Qatar, Siria, Líbano, Egipto y otros, están directa o indirectamente implicados en esas disputas. Cada nación tiene sus propios intereses, planes y estrategias para adquirir mayor poder local y establecerse en el mercado capitalista financiero internacional.


Es evidente que esas disputas contemporáneas no surgieron de la nada. Más bien, las raíces de estos problemas y del conflicto en Oriente Medio se extendieron a lo largo de miles de años, estando directamente relacionadas con la formación de la civilización en la baja Mesopotamia y la institucionalización de mentalidades jerárquicas y patriarcales en la forma del Zigurat y la estructura de los imperios emergentes. Esta mentalidad y esta nueva organización social condujeron a la destrucción de diferentes naciones, etnias y pueblos mediante su asimilación obligatoria a un nuevo aparato histórico-cultural-religioso; aunque la apariencia y las formas de esta civilización han cambiado considerablemente antes de alcanzar su manifestación contemporánea en las falacias y máscaras de la democracia liberal, las estructuras jerárquicas y patriarcales necesarias para que esta civilización exista han permanecido constantes.


Por ello, resolver los problemas a los que nos enfrentamos hoy significa reconocer directamente las raíces del estado nación.


El proceso de expansión colonialista e imperialista europeo entre los años 1500 y 1900 fue un factor más de profundización de las contradicciones en Oriente Medio. Los problemas existentes de distribución, la división del territorio, las disputas locales, los conflictos étnicos y la exploración minera se intensificaron desde el momento en que los ocupantes de otro continente se apoderaron de las tierras de la región, las declararon suyas e impusieron violentamente su dominio. Actualmente hay 15 países reconocidos internacionalmente en Oriente Próximo. Durante muchos siglos, esta región perteneció a dos Imperios: el Imperio Persa, que se extendía desde la parte más oriental de la región del mar Mediterráneo hasta el río Indo, y el Imperio Otomano, que poseía un amplio territorio en la parte occidental. Durante años, estos dos imperios se disputaron entre sí y con los países europeos la hegemonía regional; buscando materias primas, mano de obra barata y un mercado de consumo para continuar su desarrollo industrial tras la independencia de los países americanos, Europa comenzó a colonizar África y Asia; con ello, los dos imperios que ocupaban la zona hoy conocida como Oriente Próximo sufrieron grandes pérdidas territoriales. Al final de la Primera Guerra Mundial, Francia y Gran Bretaña se repartieron el territorio de Oriente Medio, creando los protectorados dependientes que deseaban en lugar de los estados independientes que habían prometido. Así, la mayoría de los actuales estados de Oriente Medio surgieron en el siglo XX sólo con la autorización de Francia y Gran Bretaña.


El acuerdo Sykes-Picot de mayo de 1916, firmado por los estados británico, francés y ruso, estableció un sistema de gobierno extranjero, colonial y eurocéntrico en Oriente Medio.


El poderoso discurso de catorce puntos del presidente estadounidense Woodrow Wilson dos años después, en 1918, contribuyó a cimentar la legitimidad de la noción de autodeterminación y autonomía para minorías como los kurdos y los armenios. En agosto de 1920 se firmó el Tratado de Sèvres, aparentemente para permitir la retirada de las fuerzas turcas de las zonas kurdas con el fin de permitir la formación de un estado kurdo autónomo; de hecho, los artículos 62, 63 y 64 del Tratado de Sèvres detallaban explícitamente la naturaleza de la autodeterminación kurda en términos inequívocos. Sin embargo, el abandono de estas promesas en favor del Tratado de Lausana, que estableció las fronteras turcas dentro de los territorios kurdos, marcó el inicio de un largo proceso de violencia y opresión estatal.


Para los kurdos, Lausana es un documento que sigue dando forma y legitimando su posición marginada y subyugada en Oriente Medio.


El nacimiento de Turquía vino acompañado de colosales violaciones de los derechos humanos, limpieza étnica y extensas políticas de violencia y asimilación que duraron décadas, en detrimento de las minorías, especialmente los kurdos; por ejemplo, entre 1915 y 1918 murieron más de 700.000 kurdos, del millón de deportados de Anatolia central y occidental; en el periodo 1918-1938, debido a una serie de masacres, como las de Kochgiri, Amed, Zilan y Dersim, entre otras, más de 1,5 millones de kurdos fueron deportados o masacrados; en el periodo 1984-1999, más de 4.000 pueblos fueron destruidos, 3 millones de kurdos fueron objeto de limpieza étnica y deportaciones forzosas, y decenas de miles fueron masacrados en el proceso.Estás políticas punitivas han continuado hasta nuestros días


Por lo tanto los kurdos, especialmente los del Kurdistán meridional y septentrional, emprenderían una serie de luchas de resistencia que fueron respondidas con unos desproporcionados y brutales niveles de violencia estatal. Con estas acciones, se cimentó el estatus de los kurdos como una nación subyugada contra la que se considera permisible el genocidio cultural y la negación de los derechos básicos. Este proceso se ha repetido por todo Oriente Medio contra diferentes naciones, de diferentes formas y contra diferentes pueblos, pero siempre bajo la mentalidad nacional-estatista civilizatoria que proclama la unidad nacional a través del lema


“Una bandera, un pueblo, un idioma, una nación”


Según esta lógica, las personas y los grupos de un territorio nacional cuya existencia contradiga este lema deben ser negados, asimilados o eliminados. Reconocer estos orígenes históricos es fundamental para comprender los procesos y problemas a los que se enfrenta hoy Oriente Medio, especialmente cuando pensamos en la práctica del Confederalismo Democrático para todo el territorio.


Un claro ejemplo de cómo la solución estatal nacionalista no puede dar respuesta a estos problemas es el conflicto entre Israel y Palestina.


Habitualmente, el conflicto se analiza sólo en su periodo contemporáneo, desde la formación del Estado de Israel en 1949 tras el desplazamiento forzoso masivo del pueblo palestino el año anterior, en lo que se conoció como la Nakba. Desde entonces el conflicto se ha profundizado y deteriorado. El 7 de octubre de 2023 se abrió un nuevo capítulo cuando Hamas lanzó una ofensiva militar sin precedentes contra el Estado sionista de Israel, que declaró la guerra al pueblo palestino y movilizó a 300.000 soldados reservistas, la mayor movilización de la historia de Israel. El líder fascista Benjamin Netanyahu prometió convertir la franja de Gaza en un cementerio al afirmar que «los fundamentalistas de Hamas han abierto las puertas del infierno bajo Gaza». Poco después, una salva de misiles militares fue lanzada sobre la ciudad y mató a decenas de civiles. En el momento de escribir el texto, ya hay más de 1000 muertos y 4000 heridos en ambos bandos del conflicto, en unas 48 horas desde el inicio de la escala militar.


Al final, quienes sufren las consecuencias de esta guerra son el pueblo y la sociedad civil, ya sea palestina o israelí.


Sin embargo, mientras el discurso siga teniendo una base nacionalista y fundamentalista, este ciclo de violencia y muertes estará condenado a repetirse sin fin, mientras la pila de cadáveres sigue creciendo. El problema se repite en diferentes territorios, ya sea en una disputa interna por el control de rutas comerciales y de exploración, como es lo que ocurre en estos momentos en Libia y Sudán, o debido a intereses externos que involucran a potencias hegemónicas del mundo capitalista, como en Siria desde 2011.


Entre 2005 y 2015 el número de migrantes que viven en Oriente Medio se ha más que duplicado, pasando de unos 25 millones a unos 54 millones, según un análisis de datos de agencias de Naciones Unidas. La mayor parte del aumento de la migración, especialmente después de 2011, fue consecuencia de los conflictos armados y el desplazamiento forzoso de millones de personas de sus hogares y sus países de origen. El sistema capitalista promueve la inmigración debido a sus intereses económicos, políticos y sociales en una región que resiste los embates de la modernidad y el neoliberalismo. Alienar e influir en los jóvenes cuyas vidas no tienen perspectivas de mejora y presentar a Europa como una tierra prometida de civilización es uno de los mecanismos clave de esta guerra especial que se libra a diario contra la juventud de Oriente Próximo.


Los jóvenes del Kurdistán sirven como ejemplo práctico de cómo el sistema se dirige a la juventud.


Las leyes de inmigración sirven al capitalismo de dos maneras. En primer lugar, aseguran mano de obra extranjera barata cuando la economía nacional la necesita; en segundo lugar, permiten un mayor control sobre toda la mano de obra. La mayoría de las economías avanzadas del mundo capitalista se construyeron sobre la mano de obra inmigrante, por lo que no es casualidad que el objetivo de esta política sistemática de crear inmigrantes y utilizarlos como mano de obra sea la juventud.


Durante la crisis de refugiados generada por la guerra en Ucrania, se hizo evidente el trato distinto entre los inmigrantes europeos y los inmigrantes de Oriente Medio o África, ya que todos los países europeos abrieron sus puertas y ofrecieron vivienda y trabajo a estos inmigrantes de forma gratuita.


El análisis de un presentador de televisión europeo fue noticia en todo el mundo cuando analizó la diferencia entre los inmigrantes ucranianos y sirios, tratando a unos como una sociedad civilizada y a los otros como bárbaros incultos.


Hoy, debido a esta realidad, los jóvenes que emigran a los centros de la modernidad capitalista son utilizados como chivos expiatorios y vistos como criminales peligrosos por gran parte de la población local, que no acepta las diferencias culturales e históricas de las distintas realidades. Bajo la mirada colonizadora y eurocéntrica, las sociedades europeas ven a estos inmigrantes como seres humanos de segunda clase, sólo aptos para servirles (así lo demuestran los trabajos asignados a los inmigrantes y su marginación social). La mayoría de estos jóvenes y sus familias acaban viviendo en campos de refugiados, tratados como presos en libertad condicional y mirados siempre con recelo. Influidos por esta realidad y creyendo aún en sueños de aspiraciones personales contados por la publicidad engañosa de los medios digitales, estos jóvenes se encuentran en una encrucijada cruel y aparentemente insoluble. O aceptan la realidad impuesta por el sistema y su marginación social, su convivencia arbitraria y su desconfianza constante, o se someten a grupos organizados que utilizan el tema del caos social en su propio beneficio. No es de extrañar que los grupos nacionalistas europeos utilicen este argumento para sacar a relucir el tema de la antiinmigración, tratando de enmascarar su realidad racista y fascista.


Para luchar contra esta realidad deprimente e inhumana, es necesario profundizar en el paradigma de Rêber APO y en las soluciones por él presentadas, especialmente en la comprensión de la Nación Democrática y del Confederalismo Democrático como alternativas a la modernidad capitalista. Sobre el tema dice:


«El Confederalismo Democrático puede describirse como un tipo de autoadministración, en contraste con la administración del Estado-nación. Sin embargo, en determinadas circunstancias, la coexistencia pacífica es posible siempre que el Estado-nación no interfiera en las actividades fundamentales de la autoadministración. Tales intervenciones requerirían la autodefensa de la sociedad civil. El Confederalismo Democrático no está en guerra con ningún Estado-nación, pero no se quedará de brazos cruzados ante los esfuerzos de asimilación. El derrocamiento revolucionario o la fundación de un nuevo Estado no crean un cambio sostenible. A largo plazo, la libertad y la justicia sólo pueden lograrse dentro de un proceso dinámico, confederado y democrático. Ni el rechazo total ni el reconocimiento total del Estado son útiles para los esfuerzos democráticos de la sociedad civil. La superación del Estado, en particular del Estado-nación, es un proceso a largo plazo. El Estado será superado cuando el Confederalismo Democrático haya demostrado su capacidad para resolver los problemas relacionados con las cuestiones sociales. Esto no significa, sin embargo, que deban tolerarse los ataques de los Estados-nación. Las confederaciones democráticas mantendrán sus fuerzas de autodefensa en todo momento. Las confederaciones democráticas no se limitarán a organizarse dentro de un territorio determinado. Se convertirán en confederaciones transfronterizas cuando las sociedades implicadas así lo deseen».


La práctica del Confederalismo Democrático, hoy experimentada en la Región Autónoma del Norte y Este de Siria, en el campo de refugiados de Rustem Cûdî en Mexmûr, y en Shengal, es la prueba viviente de que una alternativa viable y práctica es capaz de presentar una solución a los problemas de la modernidad capitalista.


Bajo la línea de Liberación de la Mujer, Ecología y Democracia, las organizaciones populares y la participación popular en las estructuras de la Revolución presentan los mecanismos y medios para superar estos problemas.


Actualmente, el sistema de autonomía democrática de Rojava está organizado en cuatro niveles. En cada uno de estos niveles hay comisiones, formadas por representantes y activistas, que trabajan en ocho áreas: mujer, defensa, economía, política, sociedad civil, sociedad libre, justicia e ideología. Las comisiones de mujeres tienen un estatus especial entre las comisiones, ya que se dividen en consejos. El consejo de mujeres (a nivel comunal, se llaman comunas de mujeres) elige por sí mismo a la copresidenta: los hombres no pueden contribuir a la decisión. Además, la participación de las mujeres no se limita sólo a este ámbito, en los otros siete ámbitos la estructura debe estar compuesta por al menos un 40% de mujeres para que se pueda tomar cualquier decisión.


Dentro del Confederalismo Democrático todas las formas de expresión se consideran complementarias para la consecución de una vida libre y comunitaria, ya que cada nación, etnia y religión puede expresar libremente su cultura y su lengua sin dejar de estar conectada al sistema democrático. Por ejemplo, hoy en Rojava árabes, kurdos, turcomanos, asirios y sirios conviven bajo el mismo sistema al tiempo que comparten la misma realidad y el mismo modelo de organización y sociabilidad.


Esta realidad contradice el argumento nacional-estatista de que la integración en una identidad nacional dominante y compartida es la única forma de coexistencia pacífica.


La praxis del Confederalismo Democrático demuestra que la coexistencia respetuosa y pacífica entre diferentes es el verdadero camino hacia una solución democrática y libre en la sociedad. A pesar de ello, es evidente que sigue habiendo problemas y que la mentalidad comunitaria y libertaria aún no se ha impuesto del todo, lo que permite a los Estados de la región manipular la narrativa para producir tensiones entre grupos. Recientemente, los medios de comunicación de los Estados árabes, apoyados por la propaganda iraní, informaron de un «levantamiento árabe en la región autónoma de Siria contra la opresión kurda», cuando en realidad se trataba de una acción coordinada de milicias nacionalistas iraníes y sirias, con el objetivo de recuperar el control estratégico regional y legitimar sus acciones mediante un discurso nacionalista-étnico.


La realidad no podría estar más lejos, ya que las instituciones revolucionarias siempre están formadas por miembros de diferentes etnias y religiones, siempre de acuerdo con la realidad material de cada lugar. Por ejemplo, la región de Deir Ez-Zor es casi totalmente árabe, lo que significa que los árabes participan en sus municipios y comunas respetando las tradiciones religiosas y comprendiendo las diferencias locales entre tribus y clanes. Es evidente que la línea revolucionaria está presente en toda la educación, que pretende crear una mentalidad libre en la que el tradicionalismo feudal y patriarcal quede desconectado de la nueva sociedad.


Para el desarrollo de este proceso, se debe observar la comprensión práctica de cada realidad, teniendo en cuenta su proceso histórico, sus características y peculiaridades, para después, junto con el pueblo y las estructuras revolucionarias, entender cómo abordar los problemas de la vida cotidiana. La diferencia con el modelo de Estado-nación radica en la búsqueda de soluciones desde la base de la sociedad y no por los que tienen riqueza y poder. Así, el poder no se delega únicamente en un representante parlamentario, sino que lo ejerce cada persona desde su comuna hasta la asamblea y el municipio.


Tener una línea clara para el desarrollo de una sociedad decolonial y antipatriarcal es esencial para el avance de una alternativa viable para Oriente Medio.

La práxis que se vive en las regiones liberadas de Rojava, Mexmur y Shengal son una prueba viviente de que otro mundo es posible, de que otro sistema no está lejos de la realidad, de que existe una alternativa a la modernidad capitalista y a su realidad inhumana. La línea internacionalista de esta Revolución, desde sus inicios, pretendió extenderse en la región y convertirse con sus prácticas en un modelo viable para todos los pueblos oprimidos. Precisamente por esta razón, miles de internacionalistas estuvieron y están presentes en el territorio libre de Rojava para aprender y profundizar su comprensión de la Revolución.


Hace unos años tuvo lugar la conferencia de la juventud revolucionaria de Oriente Medio y el Norte de África.


Durante esta conferencia, una vez más, el paradigma de Rêber APO fue visto como un camino viable y real para crear otra realidad en la que los problemas a los que se enfrentan los pueblos oprimidos lleguen a buen puerto. La juventud tiene el papel fundamental y esencial en la vanguardia de este cambio al organizarse radicalmente construyendo las bases de la tan deseada idea de Confederalismo Democrático global. Dada su historia de violencia colonial y opresión estatal, Oriente Medio es uno de los lugares más viables y necesarios donde esta realidad puede dar fruto. No es de extrañar que cada año que pasa aumente el número de jóvenes árabes que se unen a la Revolución y al partido revolucionario. Rêber APO y el PKK consideran que la renovación del internacionalismo y la renovación del socialismo son proyectos compartidos que se refuerzan mutuamente, argumentando que «insistir en el socialismo es insisitir en la humanidad».


Por consiguiente, insistir en el internacionalismo revolucionario es insistir en nuestra propia existencia.


Cêmil Cûdî

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