Nuestros dolores y una esperanza floreciente – México en 2025
- Lêgerîn
- hace 6 días
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Lo que pasa en la cima, la necropolítica mexicana.
Haciendo un breve resumen, durante los 70 años posteriores a la Revolución Mexicana gobernó el país un partido hegemónico, el PRI, creado por miembros de la pequeña burguesía que habían participado en la guerra contra el entonces presidente Porfirio Díaz, quien ejerció el poder durante más de 30 años.
El PRI institucionalizó el país, creó dependencias encargadas de garantizar un estado de bienestar, sin embargo un gran sector de la población seguía siendo marginado, explotado y empobrecido mientras esa misma pequeña burguesía utilizaba al Estado para consolidar sus riquezas y capacidad de control del país, al mismo tiempo que hacía alianzas con el crimen organizado, con lo que la fuerza del Estado estaba al servicio del capital, ya fuera legal o ilegal.
En los años 2000 hubo un cambio en la presidencia, la derecha tomó el poder y después de 12 años dejó al país en ruinas, inició una llamada “guerra contra el narco” que nos dejó un saldo de más de 120 mil muertos y más de 60 mil desaparecidos. A pesar de mantener una retórica de enfrentamiento contra el narcotráfico, varios militantes del partido reforzaron sus alianzas y participación con el crimen organizado. Todo fue un espectáculo. La ambición y el poder no distinguen entre legalidad e ilegalidad.

En 2012 el PRI retomó el poder y, con una política de continuidad, la violencia siguió creciendo y haciéndose mucho más visible. En 2014 el mundo entero se enteró de la desaparición de 43 estudiantes, un hecho en el que fueron cómplices el ejército, la policía, el gobierno local y federal y todo el aparato estatal. Después de este suceso nos quedó claro que la mejor forma de describir al régimen que gobierna este país es el concepto de “Narcoestado”. De todo este horror surgieron muchas luchas, miles tuvieron que salir a las calles, el país parecía a punto de derrumbarse por la rabia y la desesperación.
En ese tenso contexto surgió un candidato, Andrés Manuel López Obrador, quien con un discurso progresista de izquierda logró canalizar el malestar de la gente en las urnas. Fue elegido Presidente en 2018 y en 2024 entregó el poder a la primera mujer Presidenta, Claudia Sheinbaum.
El resumen de los últimos 6 años de nuestro país es el mismo que el del resto de América Latina. El progresismo no es otra cosa que la sofisticación del mecanismo contrainsurgente que tiene el Estado. Cooptan nuestro discurso y dan continuidad al capitalismo en su forma más salvaje. El actual gobierno ha llevado a cabo los megaproyectos más destructivos de la historia de nuestro país: el “Tren Maya” y el “corredor interoceánico” son proyectos extractivistas disfrazados de turismo sostenible.

En su pensamiento el único desarrollo que existe es el que propone el capitalismo: destruir para acumular. Esta forma de pensar es el punto en común entre narcos, políticos y empresarios. Es una línea de pensamiento patriarcal que busca sembrar también estos valores en la juventud. Por un lado, el Estado ha duplicado sus fuerzas armadas, ofreciendo a los jóvenes de los sectores más marginados de la sociedad una “oportunidad de alzarse”, introduciéndolos en un proyecto donde las armas, la violencia y la dominación territorial son las mayores satisfacciones a las que pueden aspirar; por otro lado, el crimen organizado ofrece casualmente exactamente lo mismo: una repatriarcalización de la juventud. Trabajar para el narco, trabajar para el Estado… No importa que los principios sean los mismos: oprimir, destruir, acumular.
Lo anterior es la pintura con sangre que dejaron los de arriba
Nuestra historia ha sido una larga lucha contra hombres y mujeres cuyo centro de vida no es otra cosa que la ambición y el poder. Nuestra defensa desde abajo ha sido la diversidad: en colores, en lenguas, en pensamientos, en formas de ser y hacer, en formas de vivir. La apuesta política actual de las organizaciones de abajo y de izquierda no podría entenderse sin estudiar la historia de la necropolítica de la burguesía mexicana; el espectro de izquierda y derecha en los partidos electorales no ha hecho una diferencia significativa en la violencia sistémica contra nuestros pueblos. Las conclusiones que se han extraído y las estrategias de lucha se basan en esta claridad del papel del Estado como agente principal en la perpetuación de un sistema de muerte.
Una lección y un cimiento para el futuro: Madres buscadoras

Es difícil decir que nos alegra y alienta una lucha cuando vemos que proviene de un dolor profundo y cuando ese dolor está lejos de desaparecer, de sanar y por el contrario va aumentando cada día. En México hay alrededor de 120 mil personas desaparecidas.
La cifra sigue aumentando, aunque el actual gobierno intenta ocultar el problema a toda costa. De esta herida profunda ha nacido un movimiento de madres buscadoras que, en todo el país, se organizan de manera autónoma para salir a las calles y buscar no sólo a la familia que perdieron, sino a cada una de esas 120 mil personas arrancadas de sus hogares. Se han convertido en expertas, abogadas, investigadoras, periodistas y un largo etcétera, para sanar el gran dolor que vive este país. Las madres buscadoras simplemente no han permitido que este Estado del narco normalice la muerte. Han demostrado una ética profundamente radical basada en el amor. Han sido luz y ejemplo. Han obligado a las organizaciones a repensar lo que es importante para seguir adelante.
La espiritualidad como eje vertebrador de un proyecto diferente
¿Cómo podemos hablar de un mañana diferente sin pensar que nuestros corazones y mentes caminan juntos en la construcción de un futuro? Estas tierras tienen una profundidad increíble, en los pueblos indígenas hay una manera maravillosa de darle sentido a la vida, lo físico pasa por el corazón y se interpreta de otra manera. Al recordar a los mártires es inevitable llenarse de tristeza.
El ejemplo que nos han dado debe ser la forma de organizar nuestro dolor y rabia.

El 20 de octubre de 2024 fue asesinado nuestro compañero sacerdote Marcelo Pérez Pérez, indígena tsotsil, que siempre denunció la injusticias a pesar de las amenazas y la intimidación. Hizo que muchos de nosotros comprendieramos o reinterpretaramos la fe: no como el deseo de que las cosas cambian algún día, pero como la convicción de que a través de nuestro trabajo lograremos esos cambios; fe en los principios, en el camino que seguimos, que hemos elegido y en la lucha que libramos todos los días. Recuerdo a nuestro camarada cantando al pueblo unos versos que él compuso. Lo recordaremos así: un ejemplo de vida.
“En mi alma se con profunda fe que pronto venceremos.
Pronto ganaremos,
pronto ganaremos
Juntos lucharemos hasta el final
Quiero que mi pais sea feliz
Con amor y libertad”
Zapatistas de antes y de ahora: la continuación de un sueño
En el sureste de México ha nacido la lucha zapatista, luz y esperanza para muchos pueblos del mundo. Es interesante preguntarse: ¿por qué un guerrillero de los años 90 reivindica un personaje de hace casi cien años? Esta pregunta ayuda también a entender el choque entre lo alto y lo bajo en México, dos visiones que no consiguen encontrar un punto medio, dos proyectos de vida que no pueden cooperar.
Una lectura común del sistema de dominación, del poder del Estado como estructura opresora y al servicio del capital. Emiliano Zapata rechazó la posibilidad de ser gobernante, dijo que la silla presidencial estaba maldita, que quienes se sentaban en ella estaban enfermos de poder. El Ejército Libertador del Sur luchó por la tierra, por tener un lugar en este mundo donde poder seguir construyendo su forma de vida.

Cuando a finales de siglo irrumpió el EZLN surgieron muchas preguntas, una de las mayores sorpresas fue escucharlos declarar que no buscaban quitarle el poder al Estado.
Como Emiliano Zapata, no iniciaron una guerra sólo para ser el nuevo opresor. En el centro estaba también la recuperación de tierras para continuar con este proyecto de vida como indígenas, ahora también con una provocación mayor, la construcción de “un mundo donde quepan muchos mundos”.
Una lucha más amplia donde todos desde abajo podamos construir ese otro sistema que nosotros como pueblo siempre hemos soñado.
Después de 30 años de lucha y construcción de autonomía, el EZLN ha lanzado una nueva provocación llamada “Lo común y la no propiedad”, una crítica al individualismo y a la organización de una vida para vivir en aislamiento. Una crítica que no proviene de las revisiones teóricas clásicas, sino de los saberes y prácticas de los pueblos indígenas. Han planteado la posibilidad de construir “lo comunal”; una serie de prácticas y acuerdos para habitar este mundo de otra manera: apoyo mutuo, trabajo colectivo, solidaridad y una ética basada en el amor y el compromiso con el otro.

Una ética como la de las madres buscadoras , una ética común con todos y todas desde abajo, una posibilidad de volver a empezar y construir algo diferente, sin opresores ni oprimidos, sólo personas que intentan colaborar para tener una buena vida. Un camino en construcción que puede ser una alternativa para los jóvenes, un espacio para que exploren todas las posibilidades de lo que podría ser vivir fuera de este sistema.
Es claro que hay una crisis, el dolor atraviesa a todo México desde abajo, pero también hay una historia acumulada de lucha y resistencia. Todos estos dolores han comenzado a unirse y a construir la alternativa, nuestros ojos puestos en la oportunidad.
En las crisis, todo se puede cambiar.
~ Pedro de La Tormenta
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