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Rojava es nuestro futuro – construyendo una alternativa en medio de la crisis ecológica

Por el Comité Make Rojava Green Again de la Comuna Internacionalista de Rojava

En medio de una crisis ecológica que nos muestra cada día más que nuestra supervivencia en este planeta está en peligro, entre los históricos ríos Éufrates y Tigris, avanza una revolución basada en la ecología social, la democracia y la liberación de las mujeres. Esta lucha defiende la vida en la región y busca construir una sociedad ecológica basada en la cultura local, las identidades, el conocimiento y la historia.


Si bien es más conocida por la lucha contra el llamado Estado Islámico y la revolución de las mujeres, la revolución en el Noreste de Siria también es una primera línea en la batalla entre el sistema capitalista ecocida y una sociedad ecológica.


A medida que las imágenes del desastre ecológico se vuelven más claras ante nuestros ojos, debemos desarrollar, construir y defender alternativas al sistema ecocida que se impone sobre todo el planeta y todos sus habitantes. En todo el mundo, personas y sociedades luchan por defender su existencia frente a la deforestación y la desertificación, desde las selvas del Amazonas hasta las fértiles llanuras del delta del Punjab. El proceso revolucionario en Medio Oriente, conocido como la Revolución de Rojava, debe verse bajo esta luz.

Mientras el régimen ecocida, que podemos llamar el sistema de modernidad capitalista, planea, actúa y destruye la naturaleza, una lucha por la defensa de la vida se libra de nuestro lado. Al observar las fuerzas ecológicas y democráticas que se oponen al sistema destructivo, vemos tanto un gran potencial como muchas debilidades. Las carencias en términos de paradigma, coordinación y acción provienen de una falta de comprensión de los procesos revolucionarios de nuestro tiempo y sus implicaciones políticas. Para ayudar a superar estos desafíos, examinaremos la revolución ecológica en Rojava como una de las principales frentes contra el ecocidio.


De muchas maneras, la revolución de Rojava desafía algunas de nuestras ideas previas sobre la revolución y la utopía, mostrándonos que la revolución no es un momento de cambio radical, sino un proceso interminable, y que la utopía no es un punto "aparentemente perfecto" al que llegar, sino una perspectiva de la cual extraemos fuerza y esperanza, y hacia la cual debemos trabajar todos los días. Para entender esta lucha contra el sistema ecocida en Medio Oriente, es necesario comprender sus procesos y fundamentos. Se puede predecir que lo que está ocurriendo en esta región, a pesar de sus particularidades temporales y geográficas, servirá como ejemplo para otras partes del mundo.


Esto es especialmente cierto para los pueblos y regiones que resisten la destrucción de su existencia por el lucro de las fuerzas imperialistas y tratan de proteger su sociedad y naturaleza de estos ataques y ocupaciones. Dondequiera que tenga lugar esta resistencia, tanto la organización ecológica de la producción como de la propia sociedad y la autodefensa contra los regímenes ecocidas se volverán cruciales. Es muy improbable que estas fuerzas permitan que tales esfuerzos tengan éxito sin resistencia. Por lo tanto, comprender y conectar con el proceso en Rojava es esencial para esfuerzos similares en otras partes.


El Paradigma Ecológico

El proceso de la revolución de Rojava y su lucha ecológica comenzó en la década de 1980, cuando Abdullah Öcalan y los militantes del PKK comenzaron a trabajar en ciudades y pueblos kurdos y sirios.


Su objetivo era despertar al pueblo kurdo a la realidad colonial que había dividido a Kurdistán en cuatro nuevos estados-nación, exponiendo a la región, su gente y su naturaleza a todas las formas de explotación. Desde un punto de vista socio-ecológico, esto formó la base para los cambios que vemos hoy: la tierra en la que vive la gente no debe ser explotada por los estados-nación, sino respetada y cultivada para satisfacer las necesidades de las personas y asegurar el bienestar de la naturaleza y de todos los seres vivos. Esta simple verdad contrasta profundamente con proyectos imperialistas como el Proyecto del Anatolia Suroriental (GAP), que fue planeado en la década de 1970 y tenía como objetivo integrar el Medio Oriente en el sistema capitalista. Tanto el estado turco como el régimen sirio han explotado las áreas kurdas para la producción de trigo y petróleo, creando desequilibrios ecológicos que afectarán a la región durante años. La concienciación sobre estas políticas y la organización de la resistencia contra ellas sentaron las bases para los eventos revolucionarios que siguieron.


El proceso revolucionario entró en una nueva fase con la liberación de las ciudades kurdas del régimen sirio en 2012. Esta liberación, que continuó hasta 2018 con la derrota territorial del llamado Estado Islámico, creó oportunidades para construir estructuras alternativas a las impuestas por el régimen sirio y, más tarde, por los grupos islamistas.

El surgimiento de la revolución no significó lograr de inmediato todos los cambios deseados. La revolución es un proceso, no un fin a alcanzar. Lo que permitió el estallido de la revolución fue la creación de las condiciones necesarias para un cambio radical socioambiental. La autodefensa armada y un grado de independencia política hicieron posible tal movimiento. Esto abrió la puerta para que el nuevo paradigma ecológico se extendiera por toda la sociedad, permitiendo el desarrollo de infraestructuras y economías alternativas y esfuerzos de reforestación.


El movimiento en curso en Kurdistán, liderado por el PKK, ha trabajado para defender y organizar la sociedad durante más de 40 años. Superando una represión indescriptible, torturas, infiltraciones y ataques brutales, y con el compromiso, sacrificio y las vidas de miles de personas, el movimiento ha continuado y crecido, cuestionándose hasta el punto de adoptar un nuevo paradigma propuesto por Rêber APO en 2004. Este lo propuso estando en aislamiento físico en la isla de Imrali. El paradigma del Confederalismo Democrático, basado en la democracia, la ecología y la libertad de las mujeres, se presenta como una solución a los profundos problemas sociales y ecológicos que enfrenta la sociedad.


El cambio de paradigma y el análisis de las raíces de la dominación incluyeron, de manera más completa y consciente, la dominación de la naturaleza, su relación con la dominación de las mujeres y la construcción del estado. La revolución ecológica no surge solo de la lucha contra el colonialismo, sino del entendimiento de que la democracia, la libertad y la ecología no son posibles dentro del marco del sistema estatal. Proviene del entendimiento de que la 1ª y 2ª naturaleza (naturaleza y sociedad) necesitan encontrar una síntesis. Esto no significa crear una realidad nueva y sin precedentes, sino restaurar el equilibrio que existía entre ellas antes del surgimiento del sistema jerárquico.

Este enfoque filosófico no implica primitivismo ni hostilidad hacia el progreso científico. Más bien, proporciona un marco para el desarrollo industrial y científico que enfatiza el equilibrio entre la sociedad y la naturaleza. Valora la inteligencia colectiva humana y la capacidad de crear e inventar, dentro del marco de usar los desarrollos técnicos y la tecnología como herramientas para ayudar a satisfacer las necesidades de la sociedad, no para crear nuevas "necesidades" o deseos. El progreso científico e industrial debe medirse en función de este equilibrio, en contraposición al industrialismo, que prioriza el valor de intercambio y el aumento de la producción a toda costa. La alternativa es una eco-industria que opere en armonía con la sociedad y la naturaleza, no con fines de lucro.


El mito de que el progreso técnico es exclusivamente el resultado del sistema capitalista y la competencia ignora el hecho de que el desarrollo tecnológico humano siempre ha existido dentro de la humanidad y, desde el principio, ha estado orientado al mejoramiento de la sociedad en su conjunto, no al interés o lucro personal. Esta relación con la tecnología se está revitalizando ahora en nuestra lucha en el Medio Oriente.


La ecología social, como una forma de vida en la que la sociedad equilibra sus necesidades con la capacidad de la naturaleza para recuperarse y florecer, no es nueva en Rojava, Kurdistán ni en el Medio Oriente. Esta región, también conocida como el Creciente Fértil, ha proporcionado abundancia a sus habitantes durante miles de años. Incluso hoy en día, muchas comunidades rurales continúan practicando la agricultura y el pastoreo autosuficientes, sin depender de suministros externos, industriales o procesados.

Esto es parte de la tradición de la región, así como del paradigma ecológico basado en ella: la humanidad, la sociedad y la naturaleza se consideran interrelacionadas; ninguna puede existir sin las otras, y los seres humanos se ven como parte de la naturaleza. La influencia del sistema capitalista intenta constantemente distanciar y alienar a las personas. Pero, a pesar de todos los intentos de olvidar estos valores, esta perspectiva no es una nueva filosofía o teoría política, sino que es inherente a la región mesopotámica y, por lo tanto, puede ser reaprendida y formar la base de un proyecto democrático en la región. Subyace a la revolución agrícola que tuvo lugar hace miles de años en las estribaciones de las montañas del Tauro y Zagros, incluidas la actual Rojava. También es la base de las creencias preislámicas de la región, como el zoroastrismo, el yezidismo y el alevismo. Este entendimiento ha sido transmitido a lo largo de generaciones y ha encontrado su camino en el pensamiento de Rêber APO (Abdullah Öcalan).


Ecocidio


En Rojava, es evidente que la ecología está entrelazada con todos los aspectos de la sociedad y sus componentes organizativos. La autoorganización, la autodefensa, la economía y el sistema educativo juegan un papel crucial en la formación de una sociedad ecológica. Ante las amenazas coloniales, estos elementos deben trabajar juntos de manera significativa. La interconexión de estos aspectos se hace evidente a lo largo de la revolución en Rojava: las sequías y las políticas del régimen llevaron a una migración masiva hacia los centros urbanos, restringiendo el acceso a las necesidades básicas y provocando crisis humanitarias, lo que finalmente desencadenó los levantamientos de 2011.


Durante la guerra posterior, se cometieron numerosos crímenes humanos y ambientales, como el uso de armas químicas por parte del régimen sirio y Turquía, y las tácticas de tierra quemada del ISIS, como el envenenamiento de fuentes de agua y la destrucción de infraestructuras petroleras y fábricas químicas. Las políticas de agua de Turquía han provocado una sequía generalizada en Rojava y la tala de miles de árboles en la ocupada Afrin. Todo esto ilustra el enfoque de la OTAN y sus estados miembros hacia la región, sus ecosistemas y la naturaleza en general.

Los actuales ataques del estado turco deben entenderse en este contexto más amplio de guerra y destrucción sistemática de la naturaleza. Estas prácticas pueden considerarse formas de ecocidio. La destrucción de tierras y recursos naturales está claramente dirigida a atacar tanto a los habitantes como a la revolución. Se busca privar a la población de sus medios de subsistencia, aumentando así su dependencia. Al destruir el medio ambiente y hacer la región inhabitable, el objetivo es desmantelar la sociedad y su resistencia al colonialismo.


Además de las consecuencias ecológicas directas de las represas de agua, la destrucción de infraestructuras petroleras y la deforestación generalizada, también hay efectos indirectos que obstaculizan el avance de la revolución. La destrucción sistemática de la infraestructura básica durante el invierno de 2023-24 obligó a la administración y la economía del Noreste de Siria a centrarse en esfuerzos continuos de reparación y reconstrucción, a un alto costo en recursos humanos y financieros. En el verano de 2024, el ejército turco nuevamente incendió miles de hectáreas de trigo, causando el mayor daño a la cosecha desde 2019.


Así como la deforestación y la sequía deliberada han dañado la naturaleza, también han dañado la conciencia ecológica de la sociedad. Privada a la fuerza de sus tierras, toda una generación ha crecido sin poder plantar ni cosechar en la tierra de sus antepasados. El régimen sirio, que declaró apátridas a la mayoría de los kurdos en Rojava, hizo que muchos se sintieran como extranjeros en su propia tierra. Un patrimonio cultural basado en una forma de vida ecológica fue prohibido y olvidado en tan solo medio siglo. Esta alienación forzada también significó que las generaciones que crecieron bajo el régimen de Ba'ath no sintieran responsabilidad por su propia tierra y su naturaleza.

Como resultado de estos ataques ideológicos y la situación del embargo, aún hay varios aspectos que no están organizados según el paradigma ecológico. El uso de combustibles fósiles es un ejemplo claro. Debido a que el estado turco ha cortado el suministro de agua, la producción de energía hidroeléctrica se ha vuelto casi imposible, lo que ha llevado a la necesidad de depender de los combustibles fósiles. Esto causa problemas de salud y contaminación ambiental. Además, el sistema de gestión de residuos aún está en sus primeras etapas y la conciencia ecológica, especialmente en las ciudades, necesita fortalecerse.


Resistencia y construcción


En una situación así, construir un paradigma ecológico solo es posible considerando todos los aspectos de la autoorganización social y no se puede lograr por separado. Al mismo tiempo, el progreso en la construcción de una sociedad ecológica en las áreas liberadas no puede separarse de la necesidad de liberar las áreas ocupadas de Afrîn, Serekaniye y Gire Spî. Sin una lucha antifascista, será difícil enfrentar la guerra del agua que Turquía está librando contra toda la región, que comienza principalmente desde sus propias fronteras. En un país colonizado, donde cada parte de la naturaleza es un objetivo, la autodefensa del pueblo es una tarea ecológica inherente.

Al mismo tiempo, organizar una sociedad basada en el paradigma ecológico implica esforzarse por el cambio por todos los medios posibles. La creación de métodos de producción e infraestructura ecológicos, así como la defensa de una forma de vida tradicional basada en la naturaleza, no pueden posponerse hasta que la liberación esté completa; debe ser un esfuerzo continuo. Se están realizando esfuerzos crecientes en esta dirección, tanto a nivel de administraciones autónomas como en las unidades más pequeñas, como las comunidades de aldeas y barrios. Desde programas de reforestación en los cantones hasta el uso colectivo de paneles solares para pozos de agua en aldeas, la sociedad en el noreste de Siria, a pesar de la guerra y el embargo, está forjando con determinación un sistema resiliente para enfrentar la crisis ambiental en el Medio Oriente y más allá.


A medida que las consecuencias del daño ecológico a nuestro planeta se sienten cada vez más en todas las regiones del mundo, los desafíos que enfrenta el Noreste de Siria, causados por las políticas ecocidas de los estados, reflejan aquellos que cada sociedad enfrentará en unos pocos años. Pero por la misma razón, las soluciones desarrolladas por la revolución en Rojava pueden convertirse en lecciones sobre cómo sanar nuestra naturaleza y organizar nuestra sociedad en medio de la crisis ecológica. En este sentido, defender la revolución de Rojava hoy va más allá de un simple acto de solidaridad. Significa proteger la posibilidad de un futuro mejor para todas nosotras.

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