El Rol de la Juventud en la Defensa de la Naturaleza
Nos encontramos en algún momento a finales de los años 70 en el pequeño pueblo de Amara, cerca de la ciudad de Riha en el norte de Kurdistán. Un joven Abdullah Öcalan regresa al lugar donde nació después de haberlo dejado más de una década antes. Se fue en busca de una libertad y un futuro para sí mismo y para el pueblo kurdo que no pudo encontrar allí. En los años que han pasado no ha abandonado su búsqueda. De hecho, ha tomado pasos decisivos para perseguirla, fundando un movimiento pequeño pero creciente de jóvenes decididos a liberar y reunificar la tierra colonizada de Kurdistán y restaurar la dignidad y la vida del pueblo kurdo. Pero al visitar a su familia y vecinos, su visión llena de esperanza fue recibida con desconfianza y escepticismo. Después de años de genocidios, asimilación y insurrecciones fallidas, el pueblo kurdo en la zona ocupada por Turquía ha sido llevado al borde de la inexistencia. Su cultura, idioma e identidad casi olvidados. Como consecuencia, cualquier idea de alzarse de nuevo se ve como sinónimo de muerte y calamidad. Y así, cuando el joven Öcalan habla con la gente de su pueblo, un anciano le dice que abandone su sueño de libertad para los kurdos. Le dijo: “El pueblo kurdo es como un árbol seco. No puedes hacer que florezca de nuevo”. En respuesta, Öcalan tomó la decisión de dedicar toda su vida a demostrar que esto no era cierto.
Hoy, la lucha iniciada por Abdullah Öcalan no solo está dando nueva vida al pueblo kurdo, sino que también está construyendo una solución para la crisis ecológica que amenaza a todas las sociedades y a la mayoría de la diversidad ecológica de nuestro planeta. Porque si permanecemos en el sistema actual, incluso si logramos sobrevivir a esta crisis, la forma en que la sociedad tendría que cambiar para hacerlo significaría perder lo que nos hace humanos en primer lugar. Bajo el sistema actual, nos convertiríamos en un árbol que sigue en pie años después de haberse secado.
Por cada dato y estadística que nos dice que nuestra situación es desesperada e irreversible, hay tantas razones para tener esperanza. Nunca debemos olvidar la capacidad casi ilimitada de la naturaleza para sanar y renovarse. Esta capacidad, esta vitalidad y fuerza, es también el espíritu de la juventud. Por eso los jóvenes están a la vanguardia de las luchas ecológicas. Por eso casi todos los levantamientos o movimientos masivos de los últimos 20 años han tenido a los jóvenes como la fuerza impulsora. Y por eso, cuando a Abdullah Öcalan le dijeron que abandonara sus sueños, en su lugar eligió seguir persiguiéndolos. Y de la misma manera en que su espíritu juvenil dio nueva vida al pueblo kurdo, así también todas las heridas y enfermedades causadas por el capitalismo en esta tierra pueden ser sanadas por la energía vital de la juventud.
La raíz del problema
La lucha ecológica es uno de los temas más cruciales de nuestro tiempo. Por supuesto, no es un fenómeno completamente nuevo. La naturaleza ecocida de la Modernidad Capitalista es una de sus características fundamentales y ha sido experimentada de manera más violenta por las mujeres y los pueblos colonizados desde el inicio de la historia de la jerarquía. Y, a su vez, la resistencia contra ella siempre ha estado presente. Pero hoy como jóvenes crecemos con la conciencia de que la crisis ecológica afectará nuestras vidas. Por esta razón, millones de jóvenes sienten el deseo de luchar en defensa de la naturaleza, y muchos de ellos se están organizando para lograrlo.
Sin embargo, al mismo tiempo, se está extendiendo un sentimiento generalizado de desesperanza y nihilismo entre la juventud. La falta de una perspectiva clara lleva a algunos a abrazar soluciones reformistas de “capitalismo verde”. Y a muchos más a abandonar la lucha o a seguir luchando desde la desesperación, en lugar de con una verdadera esperanza de victoria. Pero es precisamente en momentos como estos, de crisis y caos, cuando la juventud debe desempeñar su papel de vanguardia en la búsqueda de una solución.
Entonces, ¿qué nos está impidiendo lograr esto?
Es evidente que aún falta una perspectiva ideológica clara sobre qué hacer. Las ideologías que inspiraron nuestros movimientos sociales no pudieron superar por completo el actual sistema de destrucción ecológica. Esto se debe a que no fuimos capaces de llegar a la raíz de la crisis ni de construir una alternativa viable.
Primero debemos entender que la destrucción y explotación de la naturaleza no puede explicarse únicamente por intereses económicos o geopolíticos. Para abrir el camino al ecocidio, primero tuvo que desarrollarse una mentalidad sexista y capitalista dentro de la sociedad. Esto se logró a través de una propaganda y educación constantes por parte del sistema, que crearon divisiones fundamentales en nuestra forma de pensar y vivir, separándonos unas de otras, de la tierra y de nuestros valores morales.
Podemos nombrar algunas de las más importantes de estas divisiones:
Sujeto – Objeto
La ciencia, como metodo para que la sociedad entienda y enriquezca el mundo, es un desarrollo positivo y no está fundamentalmente ligada al capitalismo. Lo que diferencia a la ciencia “positivista” occidental es el fuerte énfasis en la división entre el sujeto (quien observa, entiende, es activo) y el objeto (lo observado, inconsciente y pasivo). La mentalidad sujeto-objeto creada por esta ideología positivista nos ha convertido en individuos separados de la naturaleza y la sociedad, sin consideración por la moralidad de nuestras acciones. Bajo la excusa del “progreso” y la “supervivencia del más apto”, hemos justificado preocuparnos solo por el interés personal y la búsqueda de poder. Esta mentalidad ha infectado a toda la sociedad, promoviendo el individualismo extremo y la apatía hacia la injusticia, incluso frente a la catástrofe ecológica.
Hombre – Mujer
Con el desarrollo de la mentalidad masculina jerárquica y opresiva y la opresión de las mujeres, se hizo posible toda otra forma de opresión, incluida la de la naturaleza. La violencia patriarcal es la base de toda otra forma de violencia sistémica. Especialmente hoy, cuando nuestra conexión con la sociedad y la naturaleza se ha cortado y todo lo que es significativo, trascendente y sagrado en la vida ha sido vaciado, muchos de nuestros sueños y deseos se proyectan hacia el amor romántico, el sexo y la satisfacción de deseos físicos. De esta manera, nuestros sentimientos de amor por la sociedad y la naturaleza se transforman en aptitudes posesivas y obsesiones individuales. Y el odio y vacío que sentimos ante la ausencia de esta conexión se redirigen hacia nuestro alrededor, y especialmente hacia las mujeres. Hasta que no se supere la mentalidad sexista, ni la naturaleza ni la sociedad serán libres.
Humanidad – Naturaleza
Para la modernidad, la naturaleza es el enemigo final a subyugar. Desde este punto de vista, la civilización ha sido una constante batalla para “liberar a la sociedad” de los límites que la naturaleza le impone. Esta mentalidad está en contradicción con la comprensión presente en muchas sociedades y culturas, que ven a la humanidad como parte de la naturaleza, donde cada parte posee su propio espíritu y voluntad. Pero esta conexión se ha erosionado, el hombre se ha situado por encima de la naturaleza y se ha puesto patas arriba el frágil equilibrio del que depende nuestra existencia en este planeta.
Ciudad – Campo
Las mega-ciudades modernas son ecológicamente insostenibles. Son vastas superficies de concreto y asfalto con una densidad poblacional en constante aumento. Necesitan cantidades inimaginables de energía y recursos naturales que son traídos de lugares lejanos y producen montañas de desechos y contaminación. Para facilitar esto, la vida tradicional y la cultura comunal del pueblo, el campo y los bosques han sido destruidas en favor del estilo de vida liberal, individualista y consumista de la ciudad. De manera similar, el surgimiento de las mega-ciudades de Europa y el resto del mundo occidental solo fue posible gracias a la explotación cultural y material de las colonias, que continúa hasta el día de hoy a través del comercio internacional explotativo y la guerra. Por lo tanto, ningún movimiento ecológico verdaderamente liberador podrá desarrollarse hasta que se desmantele esta relación parasitaria de dependencia entre la ciudad y el campo, tanto a nivel nacional como internacional.
La existencia de estas distinciones o contradicciones no es inherentemente destructiva. La solución a esta crisis no vendrá de abolir completamente las ciudades, la tecnología, la ciencia o las diferencias de género, que son desarrollos naturales de la sociedad. El problema subyacente es una ideología y una forma de vida basadas en expandir estas divisiones y explotarlas en lugar de encontrar una relación equilibrada y creativa entre ellas, enraizada en la libertad para toda la vida.
Por lo tanto, la solución no puede ser simplemente reformar este sistema o desarrollar nuevas tecnologías para intentar mantenerlo. Tampoco es suficiente con simplemente cambiar la propiedad o el modo de producción. Y tampoco se trata de conquistar el Estado o destruirlo. La crisis ecológica solo se puede superar reconstruyendo una forma de vida en la que la sociedad y la naturaleza se nutran y dependan mutuamente. Para lograr esto necesitamos una revolución profunda en nuestra forma de pensar, vivir y actuar que construya esta alternativa ahora mismo. Como parte de esto, un movimiento social ecológico revitalizado, liderado por la juventud con una visión y un programa concretos de soluciones, puede jugar un papel fundamental.
Dónde empezar: Construyendo el movimiento ecológico de la modernidad democrática
Para contribuir a la transformación del movimiento ecológico en un movimiento social capaz de realizar esta visión, presentamos siete puntos estratégicos para la construcción del movimiento ecológico de la modernidad democrática. Estos no constituyen un programa completo ni son ideas nuevas. Más bien, son puntos destinados a inspirar el debate y la acción basados en las experiencias de muchos movimientos y pueblos de todo el mundo, tomando el paradigma de la Modernidad Democrática de Abdullah Öcalan como guía en nuestra búsqueda.
Desarrollar la identidad autónoma de la juventud
Como seremos quienes experimentaremos la mayoría de las consecuencias de la crisis ecológica, la juventud es la parte de la sociedad que tiene el mayor interés en superarla. Por esta razón, la juventud debe organizarse de manera autónoma. Primero, para desarrollar una voluntad e identidad independiente que refleje nuestra naturaleza, necesidades y rol en la sociedad, y que no esté sujeta a las distorsiones del sistema. Y segundo, debemos organizarnos para poder poner en práctica nuestra voluntad y desempeñar un papel de vanguardia en el cambio social.
Revitalizar la cultura natural
La cultura de una sociedad se desarrolla durante miles de años en relación con un lugar, geografía, vida animal y vegetal, condiciones climáticas y desarrollos históricos específicos. La increíble diversidad en la cultura humana es el resultado de las innumerables formas en que las sociedades han encontrado maneras de adaptarse y vivir una vida significativa en los territorios en los que habitan. En otras palabras, la cultura de una sociedad también contiene su conciencia ecológica.
Por lo tanto, si como jóvenes queremos desarrollar una conciencia ecológica y una forma de vivir en armonía, debemos recuperar y revitalizar la cultura, historia y conocimientos de nuestras sociedades. Esto no puede limitarse a las expresiones superficiales de la cultura, como las canciones, la ropa, los bailes o incluso las formas de organización social. La mayor carencia en la sociedad bajo la modernidad capitalista es una comprensión compartida del mundo, su significado y nuestro lugar en él. Así que, aunque no podemos negar que nuestras culturas han sido infectadas por las mentalidades de la civilización estatal patriarcal y el capitalismo, como jóvenes debemos luchar por encontrar la esencia democrática que reside en cada cultura, revitalizarla y darle una nueva vida y significado en el contexto de una lucha revolucionaria en defensa de la naturaleza y la sociedad.
Luchar por la liberación de la Madre Naturaleza
A lo largo de la historia, las mujeres han sido quienes han tenido la mayor conexión con la naturaleza y su territorio. Antes de que la naturaleza pudiera ser explotada, la mujer, su principal defensora, tuvo que ser subyugada y esclavizada. De esta manera, el desarrollo del sexismo abrió el camino para la explotación de la naturaleza. Por esta razón, superar la mentalidad masculina dominante significa superar la mentalidad que destruye la naturaleza y esclaviza a la sociedad. Frente a los constantes ataques contra la Madre Naturaleza, la libertad de las mujeres no puede posponerse. El desarrollo de una personalidad de mujer y hombre libre debe ser una prioridad para el movimiento ecológico.
Regresar al campo
La única manera de desarrollar una forma de vida sostenible, comenzar a sanar la tierra, revivir nuestra cultura comunitaria y escapar de la influencia de la modernidad capitalista es construir un movimiento de masas para revitalizar el estilo de vida agrario en el campo. Al revivir el campo, podemos volver a arraigarnos en nuestros territorios, desarrollar medios de subsistencia ecológicos y realmente ayudar a la Tierra a sanar y prosperar nuevamente.
Pero más allá de la reubicación física de las personas, la principal lucha será por superar la mentalidad liberal y occidental de la vida en la ciudad. Hasta que esta mentalidad no sea superada, los movimientos sociales seguirán siendo marginales y confinados a las ciudades. Puede parecer poco realista pensar que los jóvenes estén dispuestos a abandonar el estilo de vida frenético de la ciudad. Pero si uno mira más allá de la propaganda del sistema, es fácil ver que la vida en las ciudades es la fuente de muchas de las enfermedades contemporáneas que afectan a la juventud. Regresar al campo no solo es una oportunidad para reconstruir una vida ecológica, sino también una vida más significativa y plena basada en la comunalidad, los valores morales y la reciprocidad con el territorio.
Crear una educación para una vida ecológica
Para vivir en conexión con la tierra y entre nosotros, cada sociedad desarrolla conocimientos y habilidades de acuerdo con las condiciones e historia del territorio que habita. Pero este tipo de conocimiento ha sido robado, reprimido y desvalorizado como atrasado y obsoleto por el sistema. Por eso, como jóvenes necesitamos desarrollar nuestras propias formas de educarnos, crear conocimientos enraizados en nuestros territorios y desarrollar avances técnicos que sirvan a la sociedad y la naturaleza. Y sobre todo, necesitamos difundir una cultura de educación, práctica y autocrítica constante.
Construir una economía ecológica y cooperativa
La búsqueda ilimitada del lucro, el industrialismo desenfrenado y el desarrollo tecnológico sin límites morales son pilares casi incuestionables de la modernidad capitalista. Pero, de hecho, lo que llamamos "economía capitalista" no tiene nada que ver con una verdadera economía, que significa la organización de la sociedad para satisfacer sus necesidades. En cambio, el capitalismo debe verse como un sistema que abre el camino para la explotación ilimitada de la sociedad y la naturaleza a través del engaño y la coerción. Para evitar esto, debemos cambiar fundamentalmente nuestra forma de vivir, poniendo la economía en manos de la sociedad. Esto significa una economía comunal y ecológica basada en la toma de decisiones democráticas, la propiedad colectiva, la producción local y la innovación tecnológica guiada por principios morales y ecológicos de dependencia mutua entre las personas y con sus territorios.
Defender nuestros territorios
Así como todo organismo vivo tiene la capacidad y el derecho de defenderse de los ataques, también lo tienen la sociedad y el planeta. Dada su fuerza física y vital, los jóvenes deben asumir un papel de liderazgo en la defensa de ambos. Esto es lo que en el movimiento Apoísta se llama el sentimiento de “welatparezî”, que puede traducirse como “amor por la tierra”. La conexión con nuestro territorio es lo que nos da la fuerza para luchar, hacer sacrificios y dar significado a nuestra lucha. Por esta razón, es importante que como jóvenes aprendamos sobre la historia, cultura y naturaleza de nuestra tierra y qué la hace única.
El amor por la tierra no tiene nada que ver con el nacionalismo, la lealtad a ningún estado-nación ni la imposición de fronteras. De hecho, nacido de este mismo amor, seremos capaces de empatizar con la lucha de otros pueblos y sentir la necesidad de defenderlos también. Sobre esta base, diferentes pueblos y luchas pueden desarrollar relaciones confederales mutuas y equitativas. Esto nos permitirá tomar decisiones democráticas conjuntas sobre cómo avanzar hacia una transición eco-socialista que respete la diversidad de culturas, cosmovisiones, historia y necesidades de cada sociedad. Para lograr la transición ecológica, el proyecto del Confederalismo Democrático Mundial propuesto por Abdullah Öcalan representa un horizonte hacia el cual podemos comenzar a caminar juntas.
Nadie puede ser libre hasta que todas sean libres
Hoy enfrentamos la realidad de que fuentes irreemplazables de diversidad cultural y biológica en nuestro planeta están bajo una amenaza inmediata de destrucción debido a la expansión explotadora y homogenizadora de la Modernidad Capitalista. En tales casos, la defensa física de estas tierras se convierte en una necesidad y una responsabilidad para cada una de nosotras, independientemente de dónde seamos. El movimiento ecológico debe abrazar la larga y orgullosa tradición del internacionalismo y no confinarse a pensar en términos de las fronteras trazadas por los estados-nación.
Alguien que encarna este espíritu internacionalista para el movimiento ecológico es Şehîd Elefterîa Hambî. Ella fue una activista ecológica alemana nacida con el nombre de Eva Maria Steiger. Pasó de participar en las ocupaciones forestales en Europa a luchar en las filas de las YPG en Rojava contra DAESH y luego finalmente unirse a las guerrillas en las Montañas Libres de Kurdistán. Allí cayó mártir el 25 de noviembre de 2019 como resultado de un ataque del ejército turco.
Para algunos, su camino puede ser difícil de entender, pero para Şehîd Elefterîa la lucha por defender la naturaleza era inseparable de la liberación de las mujeres, la lucha contra el fascismo y la organización de una sociedad libre y democrática. Para ella, unirse a la revolución en Kurdistán no significaba abandonar la lucha por su propia tierra. Más bien, entendía que en Rojava y en las montañas estaba luchando contra el mismo enemigo que amenazaba los bosques que tanto amaba en su hogar. Y que la revolución que estaba protegiendo allí algún día se extendería a Alemania y a todas partes. Con su vida, representa la línea de acción que debemos seguir en el movimiento ecológico para tener éxito. Por esta razón, concluiremos recordando sus palabras:
"Esta guerra no es solo la guerra de los kurdos, es la guerra de todos los oprimidos por el sistema, especialmente de las mujeres. Por esta razón, debemos luchar en cada momento de nuestras vidas para lograr lo que creemos. ¡Nadie puede ser libre hasta que todas sean libres!"
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